Pidió que levanten la medida de fuerza anunciada para el fin de semana próximo. Pero la pulseada viene de antes y tiene que ver con las expectativas de cambios en la empresa. Un dato: sus declaraciones en la charla con Sarlo. Y otro: el juego del “duro” Pablo Biró
Alberto Fernández acaba de hacer público un mensaje a que ya había hecho llegar por canales reservados a varios jefes sindicales después de su triunfo en las PASO: esta vez, pidió directamente a los pilotos que bajen los conflictos con Aerolíneas Argentinas. Aquel pedido inicial y amplio habría sido completado después con una señal específica a las organizaciones gremiales del sector, que a pesar de todo escalaron el clima de protesta y ahora mantienen la amenaza de un paro de 48 horas el sábado y domingo próximos. No se trata sólo de un tema de campaña, sino más bien de una pulseada en la perspectiva de la llegada al poder.
Las historias que se cruzan son muchas y tendrían que ver especialmente con el manejo de la empresa si Fernández llega a la Presidencia, según circula en medios aeronáuticos. El principal motor del conflicto es Pablo Biró, dirigente del ala sindical considerada dura, hoy en la misma franja que lidera Hugo Moyano. En rigor, el jefe de la Asociación de Pilotos (APLA) recompuso la relación con el camionero sobre todo a partir del año pasado, después de cruces que, en el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner, lo habían hecho tejer y destejer con La Cámpora en el reducido pero complejo y rico mundo de Aerolíneas.
Biró dio señales de dureza a pesar del pedido de Alberto Fernández, aunque el cierre de la disputa está por verse. En lo formal, reclama junto a los pilotos de Austral una recomposición salarial de más de 20 puntos para desactivar el paro. Juega también en este tablero la convocatoria para mañana a un encuentro con las empresas: la cita fue informada por la secretaría de Trabajo, que podría declarar la conciliación obligatoria si la cita fracasa. Hay contactos informales, pero hasta anoche no aparecía síntoma alguno de arreglo.
El problema es que la cuestión de fondo no sería estrictamente gremial. Ni siquiera una pelea más como varias de las anteriores -algunas realmente “salvajes”, en el sentido sindical del término- con una gestión que los jefes sindicales consideran “de salida”. Todo indica que sería el emergente de un intercambio de gestos con Alberto Fernández, en función de la posible coronación de su proyecto presidencial.
Fernández hizo ayer declaraciones que generaron hasta cierta corriente en sus cercanías, porque no parecían fruto de una salida concertada entre operadores propios y el sindicalista. Volvió a destacar su respaldo a la aerolínea de bandera, dijo entender el reclamo y, a la vez, les pidió a los pilotos que levanten la medida de fuerza. Hizo explícito además que no se trataba de un dicho de circunstancia, sino de un gesto fuertemente político destinado a los gremios: lo solicitó como un gesto sin vueltas hacia su figura. “Si mi palabra pesa, les pido que no tomen esa medida”, dijo.
Algunas pistas de la disputa en gestación aparecieron diez días después del triunfo en las primarias, cuando Alberto Fernández elogió a Isela Costantini por su gestión al frente de AA, durante 2016. Esa experiencia terminó en enojo con funcionarios macristas, reconocimiento por el manejo con los gremios y también un destacado recorte del déficit de la empresa. El punto no habría sido si es un buen o mal nombre para los sindicatos, sino la autonomía respecto de los jefes gremiales. De todos modos, dicen en medios empresariales, no habría habido avances en conversaciones con la ejecutiva.
Entre los gremios, en especial los de pilotos, habría existido una sobrevaloración de gestos posteriores del candidato reivindicando a Aerolíneas y a sus trabajadores, incluso en un video casi casero. Algunos especulaban con papeles de peso en la empresa, en la Administración Nacional de Aviación Civil y hasta en áreas específicas del ministerio de Transporte.
Un dato último y significativo fue anotado por Alberto Fernández en la extensa entrevista de Beatriz Sarlo, el sábado pasado, en Infobae. Venían hablando de los servicios y el candidato introdujo el tema. Reiteró su defensa de la empresa, afirmó que “todos” deben cuidarla y que “en primer lugar” tienen que cuidarla sus trabajadores. “Cada vez que hablo con ellos –completó- les digo hagan el esfuerzo de ser un sindicato único para empezar a ordenar las cosas. Porque es una empresa con siete sindicatos distintos, que hace muy difícil la negociación”.
Los conflictos ya venían creciendo antes de tales declaraciones, poco a poco y con escasa repercusión pública, salvo una larga y sorpresiva asamblea en Austral, hace una semana, que obligó la postergación de una docena de vuelos. Pero se intensificaron en extremo esta semana: el lunes, bajo el formato de asambleas, la protesta produjo la cancelación de un centenar de vuelos de AA. Y llegó la convocatoria al paro de 48 horas.
Biró, se ha dicho, integra el sector duro del sindicalismo. Es más, la calle donde está instalada la sede de su sindicato, en el barrio porteño de Almagro, dio nombre a la formación liderada por Moyano: el “Grupo Lezica”.
Los duros están embarcados ahora en conversaciones para recomponer aunque sea parcialmente la interna de la CGT con Héctor Daer, los gordos, los independientes y otros dirigentes de matriz más negociadora. Esas gestiones fueron solicitadas por el candidato, según se encargaron de poner de relieve varios jefes sindicales.
Algo similar ocurrió con los movimientos sociales. Los jefes piqueteros más vinculados al kirchnerismo y luego al Frente de Todos decidieron bajar al mínimo o directamente suspender las marchas y concentraciones callejeras. En cambio, las organizaciones de izquierda (Polo Obrero, parte de Barrios de Pie, Bloque Piquetero, entre otros) le subieron la apuesta a Alberto Fernández. Pesan, podría decirse, cuestiones más ideológicas, aún con prácticas vinculadas al manejo de planes sociales.
La tensión con los gremios de los pilotos expresa otra cosa. Aún en caso de bajar las revoluciones del conflicto –sería un gesto hacia su candidato-, anota un intercambio de gestos para la disputa que podría abrirse después de las elecciones.
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