El secretario general del Sindicato Trabajadores de la Industria del Hielo y Mercados Frutihortícolas Particulares (STIHMPRA), nos recibe mate en mano en una fría mañana en Buenos Aires. Simpático, sencillo, reflexivo, responde las preguntas desde una perspectiva marcada por la sensibilidad que genera el día a día con la gente y la sabiduría del camino recorrido.
-Situación compleja la que atraviesa Argentina en estos momentos…
-Compleja económicamente y a nivel humano, que es lo peor. Estamos lejos del sentimiento de solidaridad. Cuando empezó la pandemia pensé que estábamos ante un nuevo comienzo, que se iba a ver quién estaba de un lado y quién de otro, algo que nada tiene que ver con la política o los partidos políticos. El hambre está, y a quien no le duela el hambre del otro está marcando cuál es la sintonía real que tiene consigo mismo y con los demás. Hay una grieta que no es política, sino que tiene que ver con el dolor humano.
-De Argentina siempre se dijo que era el granero del mundo, un gran productor de alimentos…
-Sí, pero con grandes falencias −interrumpe y continúa− la tierra no se trabaja sola, y hay mucha gente que quiere trabajarla pero no tiene los medios para hacerlo. Todo lo que tiene que ver con el campo está relacionado con la posibilidad de comprar semillas, fertilizantes, tractores, arados insumos, pagar el combustible.
En una sociedad solidaria podría llegar a lograrse. “Yo tengo el tractor, vos ponés el arado, vamos a trabajar a la quinta de Mengano, luego a la de Fulano, trabajemos en conjunto”. Así podríamos evitar el hambre en cada lugar, en cada región, pero si no está la sensibilidad necesaria…
-El hambre deriva de políticas. El neoliberalismo le ha dado una cachetada tremenda al aparato productivo de este país. El golpe de 1976 provocó la desaparición de muchísima gente y simultáneamente se cerraron más de 11.000 fábricas. Molestaba la autonomía industrial de este país. Hoy el hambre se da por la falta de trabajo, por la precarización y por una falta de sensibilidad de parte del Estado.
-Cuando llegás al hambre es como si llegaras al último escalón de una escalera de vida. Aparecen todas las carencias que tienen que ver con la falta de una vida sana.
Muchas veces he discutido este tema para ver qué es exactamente el hambre, y desde allí poder proponer y construir para que el hambre desaparezca. Debería estar en esa discusión sobre el hambre, como figuras centrales, gente que realmente pasó hambre, situaciones de pobreza extrema.
Hablar del hambre sin haberla padecido es muy diferente.
“El hambre te marca completo”
Te cuento mi experiencia personal: cuando entré en la Secundaria, tuve que usar la misma ropa que había usado mi hermano tres años antes, ya gastada. Mis compañeros de primer año estaban todos de punta en blanco y yo con esa ropa.
Eso genera una diferencia. Y ves cómo todos te miran diferente y te sentís mirado diferente. Tiene que ver con cómo sus familias les transmitieron a esos muchachos una mirada no solidaria.
El hambre no sólo te lastima el estómago, te lastima todo, y te marca completo de ahí para adelante.
Hay que ver cómo se transmiten las cosas, cómo se construyen los modelos. Es común que los medios hablen durante una semana de cómo un jugador de fútbol chocó con su auto último modelo y no de una mujer que les da de comer a treinta chicos para que no pasen hambre.
Se invisibiliza a la gente que trabaja para ayudar al pobre, porque vende más el famoso, el que tiene plata, con el que todos quieren identificarse. Es algo que se viene dando hace muchísimos años.
Nos pasaba cuando éramos jóvenes que cuando queríamos entrar a un boliche te miraban de arriba abajo, y si tenías zapatillas Adidas pasabas y si tenías Flecha, una marca argentina, te mandaban a tu casa. No tiene tanto que ver con la política sino con la brecha que genera la sociedad de consumo.
Hay una concentración de riqueza extrema
-Lo que se está viviendo también en Argentina, que fue un ejemplo de movilidad social, es que incluso quien tiene un trabajo la está pasando mal. Su salario se lo come la inflación, las condiciones cambiaron…
-Sí. Y a pesar de que hay paritarias.
Estamos corriendo detrás de la inflación, y las negociaciones colectivas se hacen en función de los números fríos de las estadísticas y no en función de los precios en góndolas. Te dicen: la inflación fue de 6,5 por ciento, pero en las góndolas todo aumentó mucho más: 12, 15, 18 por ciento
-¿Qué hay que hacer, a grandes rasgos, para combatir la pobreza y el hambre?
-Hay una concentración de riqueza extrema. No sólo en Argentina, en el mundo. Los pocos que tienen la riqueza se alimentan de los que cada vez tienen menos.
Un día un amigo me preguntó qué hay que hacer para tener plata. Perder la sensibilidad, le dije.
Los grandes capitales nunca te dan nada. Y los poderosos hablan constantemente de beneficiar a los que más tienen, a veces te dan migajas, planes sociales, pero nunca hablan de crear fuentes de trabajo.
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