La designación del nuevo coordinador de ministros es considerada una buena noticia por el ala moderada del gremialismo. Fue un interlocutor desde las negociaciones secretas tras el balotaje, hasta el recorte de la reforma laboral. El temor por otro nombre que desembarcará formalmente en la administración nacional
Por Ricardo Carpena
Javier Milei le acaba de dar a la CGT la mejor noticia posible: la designación de Guillermo Francos como jefe de Gabinete. El saliente ministro del Interior era uno de los pocos interlocutores del Gobierno con el sindicalismo desde que el líder libertario le ganó el balotaje a Sergio Massa, en noviembre pasado. Y su nombramiento le da un golpe al ala dura de la Casa Rosada, que encarnaba Nicolás Posse, y es una señal de apoyo al diálogo con el sector moderado de la central obrera.
En las últimas horas hubo varios llamados de dirigentes gremiales a Francos para felicitarlo y hay promesas de un encuentro, apenas el flamante jefe de Gabinete pueda reacomodar su agenda. En la CGT esperan que su nombramiento inaugure otra etapa de la relación con el Gobierno, que coincide con una virtual tregua declarada por la cúpula cegetista luego del paro general de 24 horas.
En los últimos 15 días, el nuevo hombre fuerte del Gobierno tuvo dos contactos públicos con el secretario de Relaciones Internacionales de la CGT, Gerardo Martínez (UOCRA): en el panel que compartieron para presentar un libro del periodista Gonzalo Aziz y en un encuentro organizado por la Universidad Austral. Ambos tienen una concepción dialoguista de la política y fueron artífices del recorte de la modernización laboral de la Ley Bases, que se redujo de 58 a 16 artículos para conformar al sindicalismo y reunir más consenso que favoreciera su sanción parlamentaria.
La llegada de Francos a la Jefatura de Gabinete también le da más oxígeno político a otro dialoguista del gabinete nacional como el secretario de Trabajo, Julio Cordero, quien mantiene muy buenas relaciones con la dirigencia gremial y es un abanderado del diálogo tripartito que quiere la CGT.
Apenas Milei ganó el balotaje, Francos y Cordero pilotearon reuniones secretas con dirigentes de la CGT para explicarles los alcances de la reforma laboral que, según prometieron, no iba a poner en riesgo su poder. El problema fue que la revisión final del DNU 70 estuvo a cargo de Federico Sturzenegger, un implacable enemigo del gremialismo que introdujo una limitación a las cuotas solidarias, entre otros puntos, de la que la CGT se enteró cuando se conoció el decreto de Milei.
El mejor aliado de Sturzenegger en el gabinete era Posse, hasta tal punto que en materia laboral presionaron para echar al subsecretario de Trabajo, Horacio Pitrau, acusado de haber ideado con el secretario de Trabajo, Omar Yasín, una estrategia para acercarse a algunos sectores sindicales, aunque con la finalidad de dividir a la CGT en su ofensiva contra el DNU del Gobierno.
Desde ese momento, la conducción cegetista lideró la embestida contra la reforma laboral incluida en el DNU, a la que impugnó por inconstitucional. Su recurso de amparo terminó con un fallo de la justicia laboral que invalidó los artículos que modificaban las leyes laborales y suspendió su aplicación.
Francos nunca dejó de hablar con dirigentes de la fracción dialoguista de la CGT como Martínez, Héctor Daer (Sanidad), Andrés Rodríguez (UPCN), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias) y Jorge Sola (seguro), y fue el impulsor de la primera reunión oficial del Gobierno y la central obrera, que se hizo el 10 de abril en la Casa Rosada, cuando ya estaba anunciada una movilización cegetista por el Día del Trabajador y se perfilaba la definición de la fecha de un nuevo paro general contra Milei.
Ese encuentro representó el mejor momento de la relación Gobierno-CGT: funcionarios como Francos, Posse, Cordero y el influyente asesor Santiago Caputo les pidieron disculpas a los sindicalistas por los cortocircuitos que habían existido y se comprometieron a consensuar la nueva versión de la reforma laboral, que desde entonces, a pedido de la CGT, se rebautizó como “modernización laboral”. De ese encuentro también surgió la decisión oficial de flexibilizar la homologación de paritarias como la del Sindicato de Camioneros, trabada porque superó los topes puestos por el Ministerio de Economía.
Pero la dirigencia cegetista, atrapada por las presiones de los sectores más duros, encarnados por el moyanismo y el kirchnerismo, tardó apenas cuatro días en ponerle fecha a su segundo paro general desde el 10 de diciembre. Esa decisión de parar el 9 de mayo congeló el diálogo, aunque luego de su realización se aceleraron los contactos cuando el Gobierno priorizó la sanción de la Ley Bases y, mediante el diputado Miguel Angel Pichetto, se recortó la reforma laboral a pedido de la CGT.
Ahora, el ascenso de Francos fortalece al sector dialoguista de la CGT y a funcionarios como Cordero, mientras también causa alivio en el sindicalismo el desplazamiento del titular de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Silvestre Sívori, un hombre de confianza de Posse: en la cúpula cegetista sospechan de que allí salió la información reservada sobre la vida personal y los supuestos negocios de algunos sindicalistas opositores y sus familias que circuló en las últimas semanas en las redes sociales.
En medio del optimismo de la CGT por los cambios en el gabinete, le queda una duda cargada de temor: Francos confirmó que Sturzenegger integrará el gabinete nacional como ministro. “Será en un área que tiene que ver con la desregulación económica del país”, señaló. La dirigencia cegetista sabe que el ex titular del Banco Central es un enemigo declarado del poder sindical y preocupa que ahora se convierta en ministro. Disipar esa inquietud también será uno de los tantos desafíos de Francos.
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