Empujados por el calendario, gremios provinciales como el SEP y la delegación Capital de la UEPC empiezan a ver en el conflicto enarbolado por el Suoem una oportunidad para encontrar sinergia y reabrir el frente paritario con el Centro Cívico.
Por Felipe Osman.
El Suoem volvió a movilizarse en el marco de un conflicto que se encamina a cumplir tres semanas y que ya vio a los municipales en las calles en cinco oportunidades. Es cierto que la intensidad no es asfixiante. Pero también que Rubén Daniele ha conseguido, hasta ahora, sostener el ‘in crescendo’ y que, con el pasar de los días, también hay un efecto acumulativo en el resentimiento de los servicios.
Mucho se dice en torno a la fortaleza o debilidad del sindicato municipal. Quienes pasaron por la anterior gestión, destacan que el gremio ya no tiene la fuerza de otros tiempos. Que la avanzada liderada por el llaryorismo durante 2020 alejó al Suoem del manejo de expedientes sensibles, capaces de trabar la gestión, que becarios y servidores urbanos ya han absorbido funciones que pueden mantener en movimiento al municipio aún con el gremio en conflicto, y que la digitalización también ha limitado su poder de boicot.
Desde el sindicato no lo niegan, pero prefieren poner el énfasis en la reconstrucción del poder gremial que el Suoem ha experimentado desde entonces. Y aunque haya disconformes, también admiten que el relanzamiento de Daniele para ir por su 13er mandato al frente del gremio ha servido para alinear detrás de si a delegados de distintas reparticiones. El avezado cacique de los municipales sabe que nadie cambia de general en medio de una batalla, y por eso eligió avisar de sus intenciones en pleno conflicto.
El Suoem realizó ayer 15 mini-movilizaciones desde distintos puntos de la ciudad con el propósito de afectar cuanto fuera posible el tránsito, y lanzó un intenso cronograma para los próximos días. Hoy habrá asambleas de dos horas por turno; el jueves se repetirá el esquema de ayer, con múltiples asambleas en las calles; y aunque el viernes el Día del Empleado Municipal impondrá una tregua, las hostilidades se retomarán la semana próxima, con asambleas de dos horas por turno el lunes y con nuevas movilizaciones el martes; hasta llegar a una gran Asamblea General en la explanada del Palacio 6 de Julio el jueves 14 de noviembre. Esa será, en efecto, la oportunidad para medir la capacidad de movilización actual del sindicato.
Ahora bien, mientras el gremio agota la tercera semana de conflicto y fija su plan de lucha para la cuarta, poco se escucha desde el Palacio 6 de Julio, que se limita a señalar que sólo firmará un acuerdo dentro de sus posibilidades y sin perder de vista el deber de velar por el sostenimiento de los servicios públicos en tiempos de ajuste nacional y caída de la recaudación en todas las jurisdicciones.
Mientras tanto, el conflicto se prolonga. Y no es seguro que esto sea una mala noticia para el municipio, que mientras dure el “quite de colaboración” se ahorra millones en horas módulo y extensiones de jornada, que probablemente le sirvan para financiar el aumento que termine concediendo. Y a Daniele tampoco le viene mal. El estado de conflicto no sólo lo sigue cimentando como único líder del gremio, sino que también agota el tiempo con el que cuenta cualquier potencial lista opositora para articularse de cara a las elecciones internas.
Pero esto no significa que el conflicto no entrañe riesgos. De hecho, el estado de movilización del Suoem amenaza con convertirse en vector de una reacción en cadena con efectos más allá del municipio. El SEP, que viene manteniendo un tímido estado de conflicto con la Provincia, ve en el Suoem un listón del que debe intentar no quedar tan por debajo. Y la delegación Capital de la Uepc ve en la conflictividad desatada por los municipales la chance de encontrar una sinergia que condicione a la UEPC Provincial a salir a reclamar una reapertura de la paritaria, rompiendo la paz que el Centro Cívico ató con los docentes hace menos de tres meses, y que debía llegar hasta fines de enero de 2025.
Con el calendario llegando a la recta final del 2024, los sindicatos saben que esta es la última oportunidad para conseguir una recomposición que nivele la pérdida de salario real sufrida durante el año, y, condicionados por las bases, no tienen más que hacer un último intento.
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