Cuando el fiscal Guillermo González llegó este lunes a la sede de la Unión Tranviarios Automotor (UTA), acompañado de un grupo de efectivos de Guardia de Infantería, volaron tuercas y hasta un rulemán contra los policías y contra la fachada del Instituto Oulton.
Es tanto el descontrol que reina en la protesta de los choferes del transporte urbano de Córdoba que el mismo delegado gremial que le advirtió al fiscal a los gritos ("Te vas a arrepentir", le dijo), luego calmó la bronca de los choferes y los llamó a no arrojar objetos.
Al final, los que protestaban armaron un cordón y comenzaron a saltar cantando el Himno Nacional Argentino mientras seguían volando proyectiles. Y siguieron allí, bajo el frío húmedo del otoño y decididos a mantener la protesta que deja sin transporte a la ciudad.
Las decisiones frente a la sede de la UTA se toman al calor de la masa. Marcelo Marín, delegado de Aucor, parece ser quien toma la rienda ante la anarquía que supone un gremio intervenido en el que ningún dirigente aparece para hablar con las bases.
"No habló en todo el día con nosotros, no apareció", aseguró Marín sobre el interventor Luis Arcando.
Marín lleva la voz cantante. Es quien monopolizó el megáfono durante todo el lunes y convocó a los delegados de otras empresas para que tomaran decisiones: si se quedaban toda la noche o no se quedaban, si marchaban hasta el Patio Olmos o no marchaban, si votaban o no votaban las propuestas.
Pero, ante cada una de las órdenes propaladas por el líder, aparecía un delegado de la empresa Ersa para cuestionarla.
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