La jornada laboral podría bajar a 36 o 40 horas semanales, sin afectar salarios. La ofensiva empresarial repite argumentos del 1900 y esconde altos niveles de rentabilidad. Tiempo para producir o para vivir, esa es la cuestión.
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EUGENIA RODRÍGUEZ
La Comisión de Legislación del Trabajo del Congreso empezó a debatir la posibilidad de reducir la jornada laboral de 48hs semanales para actualizar una legislación que está a punto de cumplir 100 años de existencia y es una de las más atrasadas del mundo en la materia. Siete son los proyectos presentados y muchos más los argumentos sobre la mesa: por un lado dirigentes sindicales y especialistas del mundo del trabajo aseguraron que reducir la jornada “baja el ausentismo, reduce accidentes laborales y mejora la calidad de vida de las y los trabajadores”, por otro, el sector empresarial rechazó que no se bajen también salarios, y habló de “apurar a la gente” para que no caiga la productividad. La discusión por la distribución de la riqueza generada en el centro de la escena.
Los proyectos presentados impulsan, en general, una reducción de la carga horaria a 36 o 40 horas semanales para fijar un piso básico de referencia que equilibre la cantidad de horas según las recomendaciones internacionales, y que puede adecuarse luego a las características de las diferentes actividades económicas. Se toman ejemplos de países como España, Islandia, Gran Bretaña y Japón, que redujeron la jornada laboral con resultados positivos.
El derecho a la salud y al ocio y la búsqueda de una mayor justicia social son ejes claves de los planteos expresados por quienes consideran que es el momento para discutir cuánto tiempo y en qué condiciones se trabaja. “Como el día tiene 24 horas, cuanto más tiempo se pasa a disposición del empleador, menos tiempo libre se tiene y eso repercute directamente en el derecho humano a la salud”, señaló la abogada laboralista Natalia Salvo a El Destape. Para la especialista este debate “tiene mucha importancia para generar una agenda política que promueva derechos laborales y no solo responda a propuestas regresivas de ajuste”.
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Por su lado, la UIA participó del debate y se mostró preocupada por la intervención del Estado con “una norma que entra por la ventana”, también por la posible baja en la productividad y cuestionó “¿para qué quieren trabajar menos?”, luego el “Grupo de los 6” que también integra la Asociación de Bancos Argentinos (Adeba), la Bolsa de Comercio de Buenos Aires (BCBA), la Cámara Argentina de Comercio y Servicios, la Cámara Argentina de la Construcción (Camarco) y la Sociedad Rural Argentina (SRA) pidió “no apresurar los debates de leyes que pueden perjudicar seriamente a la generación de empleo formal en tiempos electorales". Paradójicamente los mismos argumentos fueron señalados en 1900 en la discusión de la reducción de la jornada a 8 horas diarias que, aseguraban, iba conllevar el cierre de todos los establecimientos. Algo que no se dice es que, según datos privados, solo en los últimos seis años la brecha de productividad a favor del capital fue de entre 10 a 30 puntos en relación con la suba de los salarios.
Esta semana continuará el debate con especialistas, representantes sindicales y empresariales, y se sumará el análisis sobre la desconexión digital y propuestas de aplicación progresiva de los cambios durante la jornada laboral.
Tiempo de trabajo y de vida
En nuestro país la normativa que regula la jornada de trabajo (Ley 11.544) data de 1929 y Argentina se mantiene hoy como uno de los países de la región con mayor carga horaria laboral (48 horas semanales). En este escenario la Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados comenzó a debatir siete proyectos de ley que buscar reducir la jornada laboral, entre ellos cinco presentados por legisladores del oficialismo (Hugo Yasky, Claudia Ormaechea, Sergio Palazzo, Eduardo Valdés, y Mónica Litza), uno del Frente de Izquierda y otro del Socialismo, que fijan plazos que van de 36 a 40 horas semanales con diferente distribución diaria de la carga horaria.
“La jornada de trabajo dividió el tiempo libre del tiempo que se está a disposición del empleador. Reducir la mercantilización humana tiene que ver con reducir una jornada de trabajo que tiene más de 90 años”, señaló Natalia Salvo, presidenta de la Corriente de Abogadas y Abogados Laboralistas "7 de Julio” y agregó “esto impacta en las condiciones de trabajo y de vida, en el derecho al ocio, que es como un tabú en la sociedad, pero que no es ni más ni menos que los derechos sociales y culturales de la persona”.
Para la abogada, “es central discutir el derecho a la salud, el derecho al ocio, y el principio de progresividad de los derechos y la justicia social, que están establecidos en la Constitución nacional” y consideró que para dar tal debate hay que entender que “la puja distributiva no es solamente el salario. Si hay algo que hizo el capital fue dividir el ámbito público -asignado al varón- del doméstico o privado -asignado a la mujer- por lo tanto el eje público-privado o remunerado-no remunerado es central, y el tiempo tiene que ver con eso, ¿cuánto tiempo pasamos en lo público y cuánto en lo privado?, si caminamos irremediablemente hacia la muerte, entonces el tiempo es lo único que no se nos puede restituir y hay que reivindicarlo”, señaló la abogada laboralista.
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En la primera reunión informativa que se llevó a cabo en el Congreso la semana pasada se puso de manifiesto que después de la crisis mundial de 1929, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estableció en 1935 el Convenio N° 47 sobre la jornada de trabajo de 40 horas semanales que no fue ratificado por la Argentina, en tanto que en 1962 el organismo instó a los países miembros, mediante la Recomendación N°116, a adoptar los cambios necesarios para reducir la jornada y asegurar un mejor equilibrio entre la vida familiar y el trabajo, que tampoco fue ratificado a nivel nacional.
“Lo que se invisibiliza en esta discusión son los intereses objetivos. Por un lado, la mayor rentabilidad y ganancia del sector empresarial y, por el lado de los trabajadores, las mejores condiciones de trabajo y de vida, que también están fijadas en la Ley de Asociaciones Sindicales, porque el fin de los sindicatos es mejorar las condiciones de no solamente de trabajo, sino también de vida”, analizó Salvo, quien expuso en la reunión informativa en Diputados. Según indicó a este medio “a partir de la década del ‘70 lo que más aumentó fueron los riesgos psicosociales, la salud mental, el Síndrome de burnout, el aumento de las licencias psiquiátricas, que ahora están consideradas como enfermedad inculpables, es decir, donde el empleador no tiene nada que ver, pero que en rigor es una consecuencia del sistema laboral, y más ahora con el trabajo virtual. Se trata entonces de empezar a discutir esta situación”.
La reducción de la jornada es un planteo de OIT y del mundo de trabajo en diferentes países que va a contramano a su vez de las reformas neoliberales que tendieron en las últimas décadas a una mayor precarización de la mano de obra, con incrementos de la informalidad, la sobreocupación laboral, y una mayor fragmentación y heterogeneidad laboral. En relación, para Salvo “la manera de crear trabajo tiene que ver con la política económica o de distribución del excedente, por eso la jornada de trabajo es el punto nodal de las reivindicaciones obreras en la historia. Si hay algo por lo cual se dieron cuenta que hacía falta regular la jornada de trabajo a mediados del siglo XIX en Inglaterra, que es la cuna de la revolución industrial, fue por la salud de la gente, y en nuestro país lo mismo con el informe de Bialet Massé en 1905 sobre las condiciones de los obreros”.
Productividad y reparto de la torta
“Si reducimos la jornada sin ningún tipo de reducción salarial, ¿va a haber que mejorar la productividad en ese tiempo? ¿apuramos a la gente para que trabaje más rápido?” se preguntó en el marco del inicio del debate en Diputados Julio Cordero, representante de la Unión Industrial Argentina (UIA) y sumó: “El Estado, ¿qué viene a disponer una norma que entra por la ventana cuando las negociaciones colectivas están abiertas?”
“Si se habla de rentabilidad, antes nos deberían mostrar cuáles fueron los índices de rentabilidad en estos años, porque el sector empresarial nos preguntó si ‘¿está mal trabajar?’, por supuesto que no está mal y que la producción se hace de manera sinérgica entre laburantes y empleadores, el problema es que el producido de ese trabajo es rentabilidad o salario -o salario indirecto como es reducir la jornada de trabajo- es decir, la verdadera discusión es la distribución de la riqueza”, expresó Salvo en sintonía con lo señalado en el debate por el secretario general de La Bancaria, Sergio Palazzo, que argumentó “estamos equivocando el debate o entrando en un falso debate, porque hablamos de una productividad de acá en adelante por la reducción de la jornada pero nada decimos de que en los últimos veinte años el impacto tecnológico ha generado un crecimiento de productividad que no ha ido acorde con el salario y los puestos generados, quiere decir que durante un tiempo la apropiación de ese excedente se ha quedado de un solo lado que es el del capital. No hay que mirar la productividad de aquí en adelante sino de los últimos veinte años”.
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Según un informe que analiza la evolución de la distribución del ingreso en Argentina realizado por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) “en consonancia con una distribución funcional del ingreso más regresiva, se observa un gap relevante entre los ingresos medios de los trabajadores y la productividad de dichos puestos” dicha situación generó “una brecha de productividad no pagada a los trabajadores que alcanza un valor acumulado de 16%, si se consideran los cuartos trimestres entre 2016 y 2022” y que escaló al “20% durante la primera parte del año 2021” cuando la producción crecía fuertemente en el marco de la recuperación en la post pandemia.
De lo anterior se desprende que “el aumento de productividad ha sido mayoritariamente apropiado por los empresarios” lo que “en última instancia significa otra forma de transferencia regresiva del ingreso desde los trabajadores hacia los sectores patronales que se suma a la pérdida por un mayor incremento de precios que de salarios”. Al mirar por sectores, el centro de estudios detalló que en el sector primario “la productividad laboral y el ingreso de los trabajadores alcanzó en el cuarto trimestre de 2022 una brecha de más de 10 puntos” en tanto que “en la industria manufacturera, la no-retribución de las mejoras en la productividad laboral son aún más marcadas y alcanzan una brecha de 29 puntos”. En ese sentido se consideró que “no cabe duda de que la mejora en la productividad laboral fue un pilar de la recuperación económica de 2021-2022 y, por lo tanto, debería ser considerada a la hora de pensar herramientas de mejora para los trabajadores”.
A su turno, Claudio Marín, secretario general del FOETRA, dijo que “hay que separar tiempo de trabajo de productividad sino parece que la productividad depende del tiempo que una persona esté a disposición de su empleador y ese no es el único elemento ni tampoco se le puede llamar productividad, que es lo que se puede lograr en la producción a partir de aplicar determinadas técnicas, herramientas, capacitación, requiere una inversión de la patronal”. Para el dirigente “la cantidad de tiempo que dure una jornada de trabajo no tiene un correlato automático con una caída de la productividad porque eso es tener menor carga horaria, que además puede redundar en una mejora en la productividad al final de la jornada".
Datos recientes elaborados por el centro CIFRA CTA, muestran la transferencia de ingresos del trabajo al capital según el diferencial entre la productividad y los salarios en dólares (a diciembre 2022): “Entre 2017 y el primer trimestre de 2023, la transferencia de ingresos del trabajo al capital alcanzó a 101.400 millones de dólares al tipo de cambio oficial, y al tipo de cambio paralelo esa transferencia fue de 54.100 millones de dólares”. Sin embargo “los 218.640 millones de pesos que se calcula que tienen que desembolsar las empresas medianas y grandes para pagar la “suma fija” de 60.000 pesos en dos tramos para trabajadores registrados, son drásticamente menores a esa abultada transferencia de ingresos, ya que equivalen a 1.184 millones de dólares, y a 632 millones considerando el dólar blue. De esta manera representa apenas el 1,2% de las transferencias de ingresos del trabajo al capital”.
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La elevación de las ganancias empresarias en la post pandemia se observa también al analizar los balances de cinco grandes empresas que cotizan en la Bolsa de Comercio, muchas de ellas integrantes de la Unión Industrial Argentina. Uno de los casos es el de Ternium del Grupo Techint (vale mencionar que el expositor Julio Cordero pertenece al área jurídico-laboral de este grupo empresarial) para el que “su nivel de rentabilidad fue de 41,2% en 2021, 16,6% en 2022 y 30,3% en el primer semestre de 2023, cuando en el período 2015-2020 había promediado el 12,8%”. Además CIFRA detalló que “Aeropuertos Argentina 2000 del Grupo Eurnekian, tuvo utilidades netas que representaron el 36,3% y el 28,3% de su facturación en 2022 y el primer semestre de 2023 que superan el promedio del período 2015-2020 (13,7%)” y en el caso de Arcor y Molinos Río de la Plata que “registraron un margen de ganancia en torno al 10-15% durante el año pasado y en lo que va del presente, niveles muy superiores al período 2015-2017 (2,7% y 0,9%)”.
En este escenario Salvo fue contundente al señalar, “los argumentos que se plantean ahora son los mismos que tenía la UIA en 1913 cuando se discutían las primeras reducciones de la jornada de trabajo o el descanso dominical, donde decían que no se podía hablar de una jornada de 8 horas porque las empresas quebraban”. Decía la UIA en su boletín, “no puede ser adoptada en estas industrias nuestras por razones económicas que plantean este dilema: o trabajar más de ocho horas o cerrar el establecimiento. Porque nuestras industrias no podrían competir con las extranjeras, cuando sus obreros trabajan solo ocho horas”.
Qué hace un laburante cuando no trabaja
“¿Para qué trabajar menos?” fue otro de los interrogantes señalados por el vicepresidente del departamento de Política Social de la UIA, Julio Cordero, y se explayó: “Yo limito la jornada y entonces usted tiene que trabajar menos? ¿Para qué? ¿Está mal trabajar? ¿Estamos en contra del trabajo? ¿Quieren trabajar menos para ir afuera a hacer qué?”, sumó.
“Lo que se busca es que el laburante sienta culpa, porque hay cierta culpa o victimización generalizada de que está mal el ocio o no hacer nada. El liberalismo, que preserva el derecho a la intimidad, resulta que cuando se trata del laburante tiene que decirle lo que puede hacer o no en su intimidad. Por eso está discusión es política”, analizó Natalia Salvo a ser consultada.
Por su parte desde el sindicato de los Aceiteros decidieron consultarles directamente a sus trabajadores y mediante un video respondieron a las declaraciones del dirigente de la UIA. ¿Para qué trabajar mejor? ¿Qué hacer en el tiempo libre?. Esto respondieron: “Para pasar tiempo con la familia, con el trabajo nocturno vamos a contramano, sería justo”, “para tener una mejor la calidad de vida”, “para que haya nuevos puestos”, “para tener más descanso”, “porque estamos atrasados en las mismas multinacionales que tienen otros tiempos en otros países”, “sería tiempo para disfrutar”, “para recreación”, “para que haya más trabajadores que hoy no tienen trabajo formal”, “para disfrutar con las familias”, “para tener una mejor vida”.
Experiencias globales
América Latina se caracteriza por tener algunas de las jornadas laborales más largas del mundo, entre ellas la de Argentina. Entre los países que ya han avanzado se destaca la experiencia reciente de Chile donde se aprobó este año la reducción de la jornada de trabajo de 45 a 40 horas semanales promedio. Los cambios se irán implementando en el tiempo ya que durante el primer año se reduce una hora de trabajo, luego dos horas más el tercer año y al quinto las dos restantes, y se destaca la adaptación de la jornada a las tareas no remuneradas y corresponsabilidad de los cuidados. Con esta medida Chile se sumó a Ecuador y Colombia que fijaron hace tiempo las 40 horas semanales. No obstante, también se promueven cambios similares en otros puntos de la región como México que en paralelo a la Argentina comenzó a debatir en estos días cambios en la jornada laboral.
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En otras partes del mundo ya se aprobaron en estos últimos años cambios en la legislación laboral que modificaron las horas de trabajo y las condiciones de empleo. España realizó cambios para hacer frente al trabajo informal, mientras que Islandia aplicó la reducción de la semana laboral y en Bélgica se impulsa una reducción de la semana laboral a cuatro días. En Gran Bretaña también existen iniciativas que implementaron la semana laboral de menor cantidad de días, con una prueba piloto en 63 empresas de 4 días semanales que luego el sector empresarial pidió sostener en el tiempo dada la reducción del ausentismo y de los accidentes de trabajo y el aumento de la productividad, y se agregan experiencias en Estados Unidos, Japón y Nueva Zelanda.
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