Los dirigentes gremiales coincidieron en advertir sobre la escasa participación que tuvieron en el diseño del elenco ministerial de Alberto Fernández.
Con el anuncio por parte de Alberto Fernández de un Gabinete casi desprovisto de trazas sindicales, la CGT y sus satélites enfocaron su atención a un puñado de nombramientos que esperan ver cristalizados desde hoy y que resultarán claves para la relación con ese factor de poder. Se trata de las segundas líneas de los ministerios de Trabajo, Salud y Transporte, sobre las que reside en general la gestión diaria de cada cartera. Más allá de esa definición y de la sorda disputa que atraviesa el sindicalismo tradicional, la inmensa mayoría de sus dirigentes irá mañana a la Plaza de Mayo y movilizará a sus afiliados para nutrir una convocatoria que se prevé masiva como parte de los actos por el traspaso de mando.
Si bien uno de los ministros, Nicolás Trotta, de Educación, tiene como referencia central el líder de los encargados de edificios (Suterh), Víctor Santa María (al igual que el secretario de Medios, Francisco Meritello, que dirigía el grupo Octubre), en el código gremial se lo interpreta más como una concesión directa a uno de los articuladores de campaña del Frente de Todos que al sindicalismo en general como espacio. De ahí que entre los dirigentes evalúan el Gabinete como uno de los más desprovistos de esa impronta de los últimos años, incluso comparado con el de arranque de Mauricio Macri.
En Trabajo, donde el sillón principal quedó para Claudio Moroni, amigo personal del presidente y con una extensa trayectoria en la administración pública (Superintendencia de Seguros, Sigen, AFIP) la mirada viró hacia las secretarías de Estado: en particular, la de Trabajo, considerada el verdadero “viceministerio” de esa cartera y cuyo próximo responsable se mantenía hasta anoche como una incógnita. En los últimos días la danza de candidatos osciló entre abogados de los sectores más tradicionales de la CGT. Entre ellos, Alberto Tomassone (Comercio), Federico West Ocampo (Sanidad) y Gustavo Ciampa (socio de Héctor Recalde).
La otra secretaría en orden de importancia es la de Empleo, pero para ese puesto anoche parecía definida la pulseada a favor de Raúl Pérez, un dirigente cercano a Sergio Massa que sonó para ministro de Transporte hasta que la balanza se inclinó hacia Mario Meoni, otro pionero del Frente Renovador. También se mantenía la expectativa en torno de dos direcciones estratégicas: la de Asociaciones Sindicales, responsable primaria de la interpretación de la legislación sindical y de dirimir las pujas entre gremios, donde se llegó a mencionar a la abogada Mónica Risotto (taxistas), y la de Negociación Colectiva, a cargo de la homologación -o no- de las paritarias.
En Transporte resultó todo más expuesto. Apenas se confirmó que Massa ubicaría allí a un hombre de su confianza como ministro y antes de conocerse que sería Meoni, los sindicatos del rubro ya habían iniciado un intenso lobby para pedir el nombramiento en la secretaría principal del abogado Guillermo López del Punta. Se trata de un exsecretario de Transporte de la gestión de Eduardo Duhalde con reconocimiento en la Confederación de Trabajadores del Transporte (CATT) e internacional, y por quien pidió en persona Hugo Moyano días atrás en el almuerzo que compartió con Alberto Fernández en la Federación de Camioneros. Anoche, sin embargo, Del Punta quedaba relegado a una subsecretaría y como número dos del Ministerio se confirmó al legislador cordobés Walter Saieg, exministro de José De la Sota y exintendente de Alta Gracia y pionero en el apoyo a Alberto Fernández alineado al senador Carlos Caserio.
El otro ministerio de incumbencia directa para los sindicatos tradicionales es Salud por la Superintendencia responsable del control y la distribución de recursos a las obras sociales. Para ese cargo, como anticipó este diario, la CGT propuso a David Aruachan, director del grupo Unión Personal-Accord Salud (del gremio de estatales UPCN). Su nombre surgió de un consenso entre los presidentes de todas las obras sociales referenciadas en la CGT. La única sombra para esa alternativa puede ser la intención de Ginés González García de nombrar a un superintendente de su confianza: con esa impronta se mencionaron este fin de semana los nombres de Rubén Torres y Eugenio Zanarini, rector y vice de la universidad Isalud que preside el futuro ministro.
En los últimos años los sindicatos de mayor peso se habían acostumbrado a ubicar en cada equipo de ministros a funcionarios de su confianza y hasta a dirigentes de cada rubro. Lo hizo Néstor Kirchner, que puso en Trabajo a Carlos Tomada como ministro y a Noemí Rial como vice, dos abogados de extensa trayectoria como asesores de gremios, y a dirigentes de subsecretarios de transporte como Ricardo Cirielli (aeronáuticos), Jorge González (camioneros) y Antonio Luna (ferroviarios). Hasta Macri nombró al frente de Trabajo a Jorge Triaca, hijo del gremialista del plástico del mismo nombre y a quien los “gordos” de los grandes sindicatos de servicios conocieron desde niño, y de número dos a Ezequiel Sabor, quien venía de construir buen diálogo con Hugo Moyano como funcionario porteño.
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