Esta semana habrá una fuerte ofensiva de ambos sectores para incidir en el destino de las leyes que le interesan a Javier Milei, con eje en el bloque de senadores radicales. La difícil misión de Julio Cordero y las conclusiones sindicales sobre cómo seguir el plan de lucha.
Por: Ricardo Carpena.
El Gobierno y la CGT tienen hoy una coincidencia: hasta que no se defina en el Congreso la suerte de la Ley Bases y el paquete fiscal es muy difícil que haya alguna señal de reanudación del diálogo que se inició el 10 de abril en la Casa Rosada y se congeló con el segundo paro general que se hizo el 9 de mayo. Más allá de los tibios contactos que se mantienen, ambos sectores apuestan a que la sanción o el rechazo de estas iniciativas que Javier Milei considera cruciales para su gestión brinde más fuerza a sus posiciones.
La dirigencia cegetista volvió a presionar a los senadores de Unión por la Patria para que voten sin fisuras en contra de los proyectos, e incluso Pablo Moyano los incomodó al aludir al “fantasma de la Banelco”, mientras el oficialismo se resignó a que el Senado introducirá modificaciones que implicarán la vuelta de los textos a la Cámara de Diputados y la postergación de la firma del Pacto de Mayo, pero sigue tratando de que senadores voten la menor cantidad de cambios posibles.
Esa será precisamente la misión que iniciará este lunes el secretario de Trabajo, Julio Cordero, quien visitará el Senado para intentar convencer a los senadores de la UCR de que aprueben el capítulo laboral de la Ley Bases tal como llegó de la Cámara Baja. No será sencillo: en el bloque presidido por Martín Lousteau planean al menos 3 modificaciones en la modernización laboral libertaria, que se redujo de 58 a 16 artículos y sin los puntos objetados por la CGT gracias al operador sindical más eficaz, Miguel Ángel Pichetto, el jefe del bloque de diputados de Hacemos Coalición Federal.
El secretario de Trabajo, Julio Cordero, irá al Senado a hablar con los senadores de la UCR sobre la reforma laboral (Foto Nicolás Stulberg)
Los radicales ahora apuntan a cambios que irritarán a los dirigentes gremiales: limitar el alcance de la figura de “trabajador independiente”, que puede tener a su cargo hasta otros 5 “trabajadores independientes” para llevar adelante un emprendimiento productivo y ahora quedaría en 2; prohibir las cuotas solidarias, el polémico recurso para el financiamiento de los sindicatos a través de los descuentos compulsivos de una suma pactada en los convenios colectivos de trabajo, y volver a incorporar en el proyecto la penalización de los bloqueos sindicales contra las empresas.
Cordero, como el resto del Gobierno, quiere que las iniciativas sean convertidas en ley cuanto antes por el Senado, pero ahora buscará que los radicales no cambien nada para facilitar su sanción. El secretario de Trabajo tendrá otra dificultad para alcanzar esa meta: en la CGT no descartan reunirse esta semana con los senadores de la UCR para pedirles que voten en contra de los proyectos oficiales o, al menos, no hagan cambios que afecten al poder sindical: después de todo, ya habían conseguido que Diputados no tocara las cuotas solidarias ni sancionara los bloqueos, por ejemplo.
El gremialismo está convencidos de que sólo si los libertarios tienen un traspié legislativo se les abrirán las puertas de la Casa Rosada para un diálogo amplio. El escenario contrario, el de una victoria parlamentaria, los hace pensar que el Presidente, entonado por haber alcanzado su gran objetivo político, los seguirá marginando o los condenará a una relación llena de condicionamientos.
El senador de la UCR Martín Lousteau, con un rol clave para la sanción de las leyes que necesita el Gobierno
En el Gobierno, en cambio, siguen sin entender los vaivenes opositores. “Si salen las leyes -dijo un operador oficialista-, saldrán fortalecidos porque la gente apoyará a quienes ayudaron a Milei a tener lo que necesita para gobernar. Si no, serán vistos como la máquina de impedir”. Y agregó: “Si no tenemos las leyes, esperaremos a 2025″. La alusión al año próximo es obvia: habrá elecciones legislativas y La Libertad Avanza quiere ganar más bancas y tener mayoría en ambas cámaras.
Por su parte, la CGT comienza a abrir un compás de espera en su estrategia confrontativa hacia el gobierno de Milei: un puñado de dirigentes que deliberó en la UOCRA coincidió la semana pasada en que no hay espacio para realizar en breve una nueva medida de fuerza, y mucho menos de 36 horas. “Insistir con los paros sólo va a beneficiar al Gobierno porque nos desgasta a nosotros y victimiza a Milei”, interpretó ante Infobae el jefe de un sindicato poderoso.
La dirigencia cegetista, de todas formas, espera un guiño del oficialismo para dialogar públicamente mientras reforzó las llamadas y los contactos reservados con exponentes mileístas. Sus interlocutores oficiales son los de siempre, desde el ministro del Interior, Guillermo Francos, hasta el secretario de Trabajo, Julio Cordero, pasando por el influyente asesor Santiago Caputo, pero también la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello; el superintendente de Servicios de Salud, Gabriel Oriolo, y hasta el asesor en temas de salud Mario Lugones, de fluida relación con muchos sindicalistas.
Pablo Moyano se diferenció de sus colegas de la CGT y llamó a movilizarse al Senado cuando se trate la Ley Bases (Foto EFE)
Pese a las compuertas que se abren, existen nuevos roces: luego de que el secretario de Acción Social de la CGT, José Luis Lingeri, tuvo su primer encuentro con el titular de la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS), Gabriel Oriolo, para hacerle una serie de propuestas dirigidas a revertir la crisis financiera de las obras sociales, el Gobierno dejó trascender que analiza modificar el Programa Médico Obligatorio (PMO) para evitar la quiebra del sistema de salud: en realidad, es una de las sugerencias que Lingeri le planteó a Oriolo. “Nos quieren robar las ideas para quedarse con el rédito político de hacer algo con la crisis del sector”, se quejan en la cúpula cegetista.
Más allá de estas tensiones que irrumpieron en las últimas horas, los dirigentes más dialoguistas saben que no pueden hacer paros permanentemente y ruegan por un llamado del Gobierno para invitarlos a negociar, pero mientras tanto podrían dar otra señal de hostilidad hacia Milei con una movilización ante el Congreso cuando los senadores debatan las leyes que le interesan a Milei. Aunque la concentración se organiza desde el peronismo, hasta los más moderados de la CGT admiten que no podrán eludir su participación en la protesta, quizás con una representación módica.
Las diferencias entre dialoguistas y combativos en la CGT se hacen cada vez más difusas. Pablo Moyano, una vez más, se diferenció del resto de la conducción cegetista al reclamar una movilización al Congreso junto con las dos CTA, sindicalistas kirchneristas y las Madres de Plaza de Mayo. Héctor Daer (Sanidad) es un moderado que a veces no lo parece tanto: en el Gobierno hay quienes lo consideran una “causa perdida” porque puede mostrarse más duro que el hijo mayor de Hugo Moyano. Creen que sobreactúa para no perder terreno en la interna de la CGT y, además, porque mira con recelo cómo el Gobierno también tiende puentes secretos hacia otros dirigentes.
Guillermo Francos y Gerardo Martínez compartieron la presentación del libro del periodista Gonzalo Aziz (Foto Gustavo Gavotti)
El contraste más evidente fue cuando Daer advirtió al Gobierno que no se moleste en invitar a la CGT a firmar el Pacto de Mayo, como insinuó Guillermo Francos, porque ese día tendrá un locro en su sindicato. Lo dijo mientras Gerardo Martínez (UOCRA), otro adalid de la fracción dialoguista, venía de compartir con el ministro del Interior la presentación del libro del periodista Gonzalo Aziz en la Feria del Libro, en donde intercambiaron gestos conciliadores. A diferencia de Daer, el líder del gremio de la construcción no negó la presencia en el Pacto de Mayo: “La CGT no apuesta al caos”, dijo, y manifestó su expectativa de que “a partir de ahora tengamos la oportunidad de discutir un proyecto de nación”, ya que “no tenemos que tener una postura anticipada planteando la confrontación”.
Luego del paro general, un sindicalista llamó a Cordero para tratar de reanudar el diálogo y le prometió organizar un asado con la presencia de sus colegas cegetistas (ninguno, por lo visto, afectado por el aumento del precio de la carne). Pero no sólo de comidas se nutrirá la relación entre el Gobierno y el sindicalismo: el secretario de Trabajo y una delegación de la CGT ya están preparándose para convivir en Ginebra, Suiza, cuando tenga lugar la conferencia anual de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Será en la primera quincena de junio, cuando seguramente ya se habrá despejado la incógnita sobre la sanción o la caída de las leyes libertarias. Y también, sobre la siguiente etapa de una estrategia de la CGT que hoy entró en un camino de incertidumbre.
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