Caló, de la CGT oficial, cerca de Scioli; Fernández, se alinea con Massa; ferroviarios y UPCN, con Randazzo; y los taxistas de Viviani, con Urribarri.
En el resto del universo cegetista, tanto Antonio Caló como el moyanista Omar Plaini trabajan para Daniel Scioli; la Unión Ferroviaria, para Florencio Randazzo; y los colectiveros para Sergio Massa. Así, mientras empresas cómo Gestamp apuran el fin de ciclo con suspensiones y despidos y se multiplican los conflictos gremiales empujados por minorías trotskistas, la CGT consiguió cubrir las principales bases peronistas y diversificar los riesgos de apostar a un único pleno para las presidenciales.
Viviani juntó a veinte secretarios gremiales en la sede de los peones de taxis, como el textil Jorge Lobais, el farmacéutico Marcelo Peretta y el docente Horacio Ghilini, y le garantizó su apoyo a Urribarri.
El MASA se compone de lo que fue en los 90 el combativo y moyanista MTA. Pero, más allá de su posible simpatía ideológica con Urribarri, Viviani es un firme militante del 33% de representación en cargos y listas para la CGT. Y, llegado el momento de hacer cuentas, no le pedirá menos al gobernador entrerriano.
Por fuera de la CGT más afín al kirchnerismo, la central de Hugo Moyano busca destino político y existencial. Por debajo del camionero, la tropa espera la palabra de Moyano, pero cada vez con más ansiedad.
El canillita y diputado Omar Plaini, muy cercano a Moyano, ya le comunicó al jefe de Gabinete sciolista, Alberto Pérez, que su intención es jugar con el gobernador. Y, si bien ningún apoyo ideológico se rechaza en la tienda sciolista, Plaini todavía no será reconocido como sostén sindical por culpa de su moyanismo explícito.
Florencio Randazzo también se anotó una simpatía sindical: la de Unión Ferroviaria, gremio de la CGT de Caló y habitué de los actos protagonizados por el ministro del Interior y Transporte. El “centauro” Andrés Rodríguez, de UPCN, por su parte, difundió el falso rumor de que Cristina Kirchner mandó a apoyar a Randazzo.
Lejos del kirchnerismo, aunque no del elástico PJ, el liderazgo blando de Caló habilita la posibilidad de ser oficialista en lo sindical y massista en lo electoral. Tal es el caso de los diputados Héctor Daer (Sanidad), Alberto Roberti (Petroleros) y, desde hace pocos días, del secretario General de UTA, Roberto Fernández.
A los ojos de los presidenciables peronistas, la CGT oficial se presenta como el interlocutor sindical que ofrece más ventajas: reúne a la mayoría de los gremios, estructuras y obras sociales. Y, si bien no tiene un perfil tan definido como la central de Moyano o Luis Barrionuevo, por ese mismo motivo resulta menos piantavotos. En el exterior del PJ, la vinculación entre aspirantes y sindicalistas es inexistente: ni Mauricio Macri ni las esperanzas blancas de UNEN cuentan con algo parecido a una pata gremial.
Así, las apuestas sindicales para 2015 se limitan nuevamente a una interna entre peronistas. Hasta la CTA de Hugo Yasky, siempre más progre que pejotista, optó por uno de ellos: Urribarri, el candidato más cristinista que la propia Cristina.
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