La del Presidente y los sindicalistas es una relación que arrancó con el paso cambiado: mientras los gremialistas están urgidos de llevar sus reclamos salariales, el mandatario no tiene apuro para recibirlos
Sin foto aún ni interlocución directa con el Presidente, los caciques gremiales arrancan 2016 a la espera de que Mauricio Macri les diga de una vez alguna palabra de amor o reconocimiento. Deberán esperar hasta la segunda quincena de este mes para ver si eso sucede: operadores del Gobierno ubican en ese tiempo un posible primer contacto de Macri con el poder sindical, cuyas características están todavía en fase de análisis.
Ese encuentro, siempre según los planes del macrismo, debería preceder a la convocatoria oficial de una Mesa de Diálogo Social con representantes del empresariado, de la dirigencia sindical y de distintas organizaciones sociales y religiosas. He aquí el problema. El sindicalismo se ilusionaba con un órgano estrictamente tripartito, que pudiera meter la cuchara en temas macroeconómicos y de política salarial; con asientos exclusivos para empresas, gremios y Estado. Al parecer no es ésa la idea del Gobierno.
"Mauricio quiere que trabajemos en una convocatoria muy amplia", dijo a Infobae uno de los encargados de articular esa puesta en escena, que buscará parecerse en su formato a las que organiza anualmente la Comisión Episcopal de Pastoral Social en Mar del Plata. Tanto es así que no se descarta que se invite a algunos obispos a formar parte de la organización para constituir esa mesa de diálogo. Pero todo está muy verde por ahora.
Lo mismo pasa con la audiencia que el sindicalismo reclama a Macri para "preguntarle en la cara" cuáles son los fundamentos de su política económica, y cómo hará para evitar que la inflación no se degluta los salarios. Quieren saber también por qué tuvo gestos hasta acá sólo para el campo y el capital, dejando prolijamente afuera a los asalariados.
La reunión, vale decir, no se hizo también por culpa del propio sindicalismo, que envuelto en unabatalla de egos fue incapaz de armar una lista con representantes de las tres CGT para un intercambio con miembros del Gabinete. Hugo Moyano y los gremios del transporte dijeron que no dialogan con "intermediarios" (los ministros), el metalúrgico K Antonio Caló aseguró que a él no lo llamó "ni el portero de la Rosada" y Luis Barrionuevo anunció que va a pedir un 50 por ciento de aumento salarial para empezar a hablar.
Estas expresiones no hicieron más que acentuar la poca disposición a darles a los gremios un lugar de relieve por parte del Presidente, que, está a la vista, especula con la atomización del mapa sindical para llevar a largas cualquier reclamo que de allí provenga.
¿Qué dice Macri en la intimidad? Reconoce a los sindicalistas como "actores sociales muy importantes", pero no al punto de encumbrarlos entre sus interlocutores de cabecera. Más, siente que no le debe favores políticos a ninguno, que todos le jugaron en contra, fuera del "Momo" Venegas, que en este caso viene a ser la excepción que confirma la regla. El sindicalista del campo, dicho sea de paso, parece haber encontrado conchabo en el Gobierno de María Eugenia Vidal, con quien se reunió esta semana para "colaborar".
Ni siquiera para Moyano hay una consideración especial, que apostó sus fichas al proyecto Macri Presidente callado la boca. "Jugó al 50 por ciento", considera el Presidente, pragmático. Recién electo, recibió al camionero, pero lo hizo rodeado de colaboradores para que el sindicalista se viera cohibido de pedir nada. Y así fue: le marcó la cancha.
Ahora Macri tiene que definir si recibirá a los gremios (incluidas las dos CTA) con toda la formalidad o si aparecerá así como al pasar en una hipotética reunión del sindicalismo con sus principales colaboradores; las dos posibilidades que se barajan. Vale recordarlo: un año tardó Néstor Kirchner en recibir por primera vez a una delegación de la CGT.
En cualquier caso, está claro que la de Macri con los gremios es una relación que arrancó con el paso cambiado. Primero nombró ministro de Trabajo a un empresario cordobés (Jorge Lawson), al que debió darle salida a horas de que jurara, porque los gremios se le vinieron encima. Al final designó a Lawson director del Banco de la Nación Argentina. Sobre la hora nombró en Trabajo aJorge Triaca, que tampoco fue del gusto de Moyano, que lo tildó de muchacho entusiasta sin experiencia, para no decir que lo consideraba funcional a los "gordos" (los grandes gremios de servicios).
¿Casualidad o línea común de pensamiento? Macri en la Nación, Vidal en la provincia y Horacio Rodríguez Larreta en Capital coincidieron en algo al armar sus respectivos equipos: el último casillero que llenaron fue el de Trabajo. Un argumento que esgrimen algunos sindicalistas para sostener que el macrismo "subestima la política laboral".
También sonó a globo de ensayo cuando el ministro Triaca salió a decir que los futuros acuerdos salariales se realizarían de acuerdo a los índices de productividad de cada sector. La repulsa sindical a que se reflote la fórmula patentada por Domingo Cavallo en los 90 determinó que el jefe de Trabajo no volviera a mencionar más el asunto.
Como sea, la política salarial es hoy tema central en el macrismo, aunque se hable en voz baja y sin abundar en precisiones. La idea básica es patear las paritarias lo más adelante posible, a la espera de ver cómo evolucionan los precios en los próximos dos o tres meses. La transitoriedad se lograría a través de sumas puente a cuenta de futuros aumentos. Los bancarios son un ejemplo de ello.
El Gobierno cree que si su política antiinflacionaria se revela como exitosa se podrá negociar en previsión de lo que vendrá y no de lo que pasó. Parece improbable, aún con el potro de la inflación supuestamente domado, que los jefes gremiales se resignen a convalidar semejante pérdida del poder adquisitivo sólo porque el futuro pinta lindo.
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