Ayer marcharon miles de trabajadores y trabajadoras. Los que aún con empleo no dejan de ser pobres, los pobres que no tienen trabajo, los que entregan alimentos y pasan hambre. También estaban los jubilados y las jubiladas convertidos en mendigos.
Los que votaron a Milei y a su motosierra y fueron cortados en pedacitos; allí andaban sí, porque hay que decirlo: los argentinos son de amores cortos.
Gente de a pie, sin organización, ni partido, portando cartelitos hechos a mano sobre cartón y hojas de cuaderno, maldiciendo al malnacido. Había grandes pancartas de organizaciones con la rúbrica: conducción fulano de tal, pero el fulano no estaba. Ausencias atronadoras.
Ayer estaban los que no se resignan, los que luchan, los que no quieren que Argentina se convierta en un Estado Asociado, y la Casa Rosada en un cuarto pulgoso de la Casa Blanca.
Ayer estaban unos cuantos, con seguridad muchos menos de los que llegarán en futuras jornadas que serán necesarias para sacarnos de encima a la bestia vende patria.
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