Según Asinmet, el sector pasó de 12.300 en 2013 a unos 11.500 trabajadores actuales por la caída de la actividad. Temen que el efecto de la devaluación profundice la crisis por la que atraviesan.
La descripción corresponde, según el presidente de Asinmet (Asociación de Industriales Metalúrgicos de Mendoza), Julio Totero, a un parate gradual de la actividad industrial en la provincia. De acuerdo a datos preliminares de un relevamiento de la Cámara empresaria, se ha profundizado durante el último año, período en el cual el universo laboral se retrajo al menos en 800 empleos.
El impacto de la inflación acumulada en la rentabilidad, agravada por trabas a la importación de insumos sin sustitución nacional, ya provocó que algunas empresas recurrieran al ajuste y otras, más comprometidas, al concurso de acreedores. Desde Asinmet estiman que sólo la devaluación con la que estrenó 2014 ya se llevó entre 50 y 100 puestos.
Son cifras a reflejar en el estudio sobre situación laboral que por estos días termina de pulirse. "Forman parte de la percepción del negocio hoy, vinculado a la mayor caída del ritmo después de la devaluación. Si bien muchos la aplaudieron por considerarla un desahogo, no fue todo lo favorable que se esperaba, porque el impacto inflacionario no te deja acomodarte", analiza Totero.
Al discriminar el grado de impacto, según el directivo "hay empresas que bajaron su nivel de trabajo y otras que ya no gozan el efecto derrame que habitualmente generaban las más grandes. También se postergaron inversiones. De no haber una recuperación se puede entrar en crisis mucho más rápido".
Los empresarios y el sindicato, la UOM (Unión Obrera Metalúrgica), coinciden en que el último año el efecto del freno se sintió en compañías grandes, medianas y pequeñas por igual, con un poder de asimilación dispar por la lógica diferencia de tamaño, financieramente hablando. En definitiva, un repaso rápido señala que al menos 6 empresas de distinto tamaño recurrieron al recorte por imperio de las circunstancias, llámese cierre definitivo, concurso de acreedores o directamente ajuste para subsistir. En el medio, existen casos con aristas más irregulares que otros.
El efecto menos deseado
Uno de ellos es el de la firma Inarsur, que después de años como proveedor de sistemas de riego cerró abruptamente, con un saldo de 20 trabajadores en la calle así de rápido. "Estaban trabajando normalmente pero un día viernes, hace casi un mes, se encontraron con las persianas bajas. Había mermado la actividad, pero la decisión fue sorpresiva y sin aviso, por eso iniciamos acciones legales", detalla Luis Márquez, secretario general de la UOM.
El sindicato lleva el registro del resto de las situaciones, que incluye a la planta 1 de Impsa, en Godoy Cruz. Allí se fabrican desde hace años piezas para los parques eólicos de la firma. Se concretaron 50 despidos, de los cuales la UOM asegura haber logrado reinsertar 35 en otras firmas.
El cuadro impactó en algunos proveedores de la compañía de Enrique Pescarmona, como la sanmartiniana IMG, que también redujo personal e incluso llegó al concurso de acreedores. Pero el efecto del menor ritmo de actividad no discrimina rubros, como lo demuestra la situación de Tecnovin, fabricante de maquinaria vitivinícola, y de Capac (servicios petroleros y montaje industrial).
Un empresario asume que la devaluación no sirvió como salvataje porque "después de tanto tiempo con la quietud que tuvo el dólar, llegó tarde".
Socu (Sociedad Cuyana), en concurso desde octubre de 2013 por una deuda de $ 6 millones, representa un ejemplo de pyme metalmecánica que lucha por la supervivencia pese a haber trabajado para grandes como Quilmes y Coca Cola. Para Alfredo Sigre, copropietario, "llegamos a esto por las demoras con las DJ para importar componentes de las máquinas automáticas que fabricamos, además de la inflación. Nos atrasó al menos tres meses con clientes en Chile y del país, lo que generó un gran problema de iliquidez".
De incentivo a bumerang
Como para muchas otras, el rol del Estado tiene su influencia. Es que Socu, con un plantel de 50 empleados, mantiene una acreencia con Afip de más de 1 año en concepto de reintegros de exportación y devolución de IVA equivalente al 50% de su pasivo. "Figuramos como deudores ante Afip y, aunque somos acreedores también por un monto mucho más importante, no existe la compensación", se resigna Sigre, convencido de las dificultades para planificar "porque el futuro es una lotería. Presupuestamos pero dependemos de que haya trabajo en medio de la recesión y cobrar lo pendiente".
Por su parte, Totero se esperanza en que "se recompongan las situaciones más traumáticas que deja la devaluación ya que, a pesar de las dificultades, el nivel de ocupación era importante. Hay que tener en cuenta que en los 70, había 40.000 trabajadores y para 2002 habíamos llegado a 2.500".
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