La temporada de langostino en aguas nacionales mantiene expectante a la pesca marplatense. Cambios en las reglas de juego que afectan a la flota fresquera y el trabajo que se reduce en tierra.
Por: Roberto Garrone.
Son momentos de incertidumbre extrema en el puerto de Mar del Plata. Mientras el paro de Senasa no se sabe cuándo termina, la industria pesquera se prepara para digerir el inminente anuncio del plan de manejo para el langostino patagónico.
Las modificaciones en las reglas del juego para pescar el marisco dejarán muchos heridos por estas playas y también a otros como grandes vencedores. Como para continuar de jolgorio, para prolongar el brindis que generó el ascenso a la Súper Liga.
Desde la Feria de Bruselas, donde Juan Manuel Bosch jugó al misterio ante empresarios y lobbystas, hasta la fecha, no hubo mayores certezas sobre el contenido que el Subsecretario de Pesca dejaría plasmadas en el plan de manejo.
Bosch, asesorado por Oscar Fortunato y presionado desde distintos ángulos, esconde las cartas hasta último momento, al tanto de las urgencias que tienen muchos armadores de salir en busca del langostino en aguas nacionales como última chance de recuperar un poco de oxígeno.
Resulta increíble que los paladines del cambio que enarbola Cambiemos elaboren un plan de manejo de la especie que sostiene a la inmensa mayoría de la industria pesquera nacional en poco menos de un mes, y no se tengan detalles como para discutir, negociar, corregir, a menos de dos semanas que comience la temporada donde se generan las mayores capturas.
Más de 170 embarcaciones de todo tipo, costeras, fresqueras de altura y tangoneros, que operan desde puertos patagónicos y los que migran desde Mar del Plata, a la expectativa de saber de qué manera los afectan los cambios que se vienen y atentos a actualizar la página del Consejo Federal Pesquero para enterarse de los cambios.
Cambios que la mayoría rechaza, salvo las empresas integradas de Mar del Plata (Moscuzza, Solimeno y Valastro), que casualmente incorporaron de manera reciente nuevas embarcaciones que por sus medidas y potencia de motor, no entran dentro de las normas vigentes desde hace 30 años.
El descontento y la preocupación tomaron forma de comunicado público. Desde la Cámara de Armadores de Buques Pesqueros de Altura, que agrupa a los barcos colorados fresqueros, advirtieron las consecuencias que podría generar una limitación de dicha flota en la captura.
Bosch pretende reducir el número de kilos por cajón y la captura total por marea de la flota fresquera y se aferra a la mejora de la calidad del producto de modo que no pierda valor. Es cierto que mucho del langostino que descarga esta flota termina con un mínimo proceso (se le saca la cola) y es exportado a terceros países donde le agregan valor.
Tal vez si subieran los derechos de exportación a la cola ya pelada, algunos empresarios se animen a completar el circuito por manos argentinas, patagónicas o marplatenses. Pero antes surgen interrogantes más modestos.
El puerto de Camarones, en Chubut, recibe a muchos de los barcos fresqueros marplatenses. La terminal no tiene servicios de estiba abundante y eficiente como para completar la descarga a tono con la calidad de conservación que se detenta desde el discurso.
Con la parálisis en SENASA que por estas horas cumple ya 12 días, el cual ha inmovilizado todos los servicios sanitarios en frigoríficos, cancelado descargas de buques y la consolidación de exportaciones, queda claro que la patronal tiene preocupaciones más urgentes a las que hacer frente.
Preocupaciones a las que los funcionarios parecen indemnes. Nadie asoma siquiera para intentar interceder y encauzar una medida de fuerza que comenzó con 48 horas de paro y lleva 12 días. El presidente de SENASA, Ricardo Negri, casi es más difícil de encontrar que Cristiano Ronaldo en el álbum de figuritas.
Tras la reunión de la mesa de competitividad que encabezó Luis Angel Etchevehre esta semana en el microcine del Ministerio de Agroindustria, parece claro que la realidad de la pesca marplatense, exceptuando a los peces gordos del Consejo de Empresas Pesqueras Argentinas (CEPA), debe ser rediscutida por separado.
De ahí que Leonardo Sarquis haya impulsado de apuro una reunión para esta semana en Mar del Plata. Muchos creen que el Ministro bonaerense llega tarde. Otros que todavía hay tiempo para brindar respuestas a los frigoríficos que se quedan sin la merluza que traían los barcos que se irán al Langostino o cómo mejorar los incentivos a la flota que se queda.
De no haber soluciones los trabajadores atados a la flota migrante se quedarán con menos de lo poco que venía mostrando la pesca en estos primeros cuatro meses del año. Esta semana también algunos gremios del puerto y la pesca (SUPA y SOIP) se verán las caras con el ministro Triaca. El problema es que de esa fuente solo salen subsidios…
La olla a presión no estalló el año pasado porque a las empresas todavía les quedaba algo de espalda para aguantar. Hoy dicen que ya no hay margen mientras la incertidumbre suma temperatura.
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