Unión por la Patria sufrió un duro traspié electoral. El sindicalismo oficialista se lamenta por “el avance de la derecha” pero hizo mucho para que Milei y Juntos se envalentonen con el ajuste y la mano dura. Solo el Frente de Izquierda llamó a enfrentarlos. Tienen que romper con la subordinación al gobierno y convocar asambleas en lugares de trabajo para discutir cómo pararle la mano a todos los ajustadores.
Por: Ulises Valdez.
Este domingo el peronismo sufrió un duro traspié electoral en las PASO. Milei logró canalizar parte del descontento con los partidos tradicionales a pesar de impulsar un programa de ajuste y antiderechos. La fórmula Bregman-Del Caño permitió la defensa de los votos del Frente de Izquierda, en una lista copada por cientos de referentes del sindicalismo combativo.
La CGT, la CTA y los movimientos sociales oficialistas (Evita, CCC, Somos Barrios de Pie, MTE) se jugaron por Unión por la Patria. La mayoría por la candidatura de Sergio Massa, con quien realizaron actos como el de los movimientos sociales en Ferro y la CGT en Tortuguitas. También la CTA hizo su evento.
Pero la clave del rol de las burocracias sindicales y sociales no fue como aparato electoral. Los flojos resultados lo demuestran. La clave fue su rol como aparato de contención durante el desastroso gobierno de Alberto-Cristina-Sergio.
Fueron las cúpulas de la CGT y la CTA las que avalaron la caída del salario y la creciente precarización laboral. Contra eso no impulsaron paros ni planes de lucha. Las oleadas de huelgas de fines de 2021 y principios de 2022 fueron encabezadas o impuestas desde abajo por trabajadores y trabajadoras de la salud, vitivinícolas, maestras, obreros rurales, del neumático, tercerizados, organizaciones piqueteras.
Fueron las cúpulas las de la CGT y la CTA las que garantizaron la división de la clase trabajadora entre un sector que todavía llega a fin de mes frente y otro que sobrevive con trabajos informales, changas o planes sociales. Esa responsabilidad la comparten con las organizaciones sociales oficialistas, incluido los sectores dirigidos por Grabois.
Fueron las cúpulas de la CGT y la CTA, y también las de la UTEP, las que no enfrentaron seriamente el ajuste que hundió a millones de familias en la pobreza, a más de la mitad de las infancias, a los jubilados que perdieron un tercio de sus haberes. Mientras los dirigentes cegetistas ganan como gerentes y se atornillan a sus sillones como una casta, miraron a los más pobres con indiferencia. Las organizaciones sociales se limitaron a administrar la pobreza y participaron de una (sola) jornada de lucha junto a la Unidad Piquetera tres años y medio después del inicio del gobierno. Así dejaron a millones expuestos a la desesperación, la impotencia o las salidas individuales.
Fueron las cúpulas de la CGT, la CTA y la UTEP las que no quisieron hacer paros ni jornadas de lucha contra el pacto con el FMI, aunque en 2018 habían dicho “la patria está en peligro”. Pero “se quedaron en casa” cuando la izquierda, el sindicalismo combativo y las organizaciones piqueteras marcharon para rechazar la entrega.
Fueron las cúpulas de la CGT, la CTA y la UTEP las que no enfrentaron la criminalización de la protesta y la pobreza, incluyendo los ataques de los gobiernos derechistas de Gerardo Morales en Jujuy y Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad, que tuvo como epílogo el crimen de Facundo Molares. Pero tampoco los ataques furibundos y los discursos de odio de Javier Milei, José Luis Espert y Victoria Villaruel contra luchadores y luchadoras políticos, sociales y feministas.
Las cúpulas de la CGT, la CTA y la UTEP son una de las explicaciones de la derrota del peronismo y por lo tanto del envalentamiento de la derecha. Militaron para contener cada reclamo. Para acallar la bronca e imponer la resignación. De la miseria de lo posible. Incluyendo el llamado a votar a un superministro ajustador, amigo de la mano dura y los grandes empresarios.
Otra vez le hicieron el juego a la derecha. Por eso, Daer, Yasky y compañía no pueden salir a decir que “ahora es momento” de enfrentarla y volver a pedir el apoyo al peronismo. La única forma de enfrentar a la derecha es romper con los ajustadores y enfrentarlos, como plantean Bregman y Del Caño.
En vez de lamentarse y volver con el chamuyo del "mal menor", los sindicatos y centrales tienen que convocar a asambleas en los lugares de trabajo para discutir cómo enfrentar los ataques que ya sufrimos y los que esta semana pondrán en marcha los especuladores. Es lo que deberían reclamar los activistas honestos de los sindicatos y organizaciones oficialistas.
La izquierda clasista seguirá peleando por recuperar los sindicatos y ganar a la clase trabajadora para una salida anticapitalista a la crisis social y política.
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