Hizo ruido por estas horas el proyecto presentado por Juntos por el Cambio en relación a modificar la Ley de Asociaciones Sindicales, la 23.551 para poner el foco en las elecciones gremiales y las reelecciones indefinidas.
Este borrador parlamentario circula con fuerza por los pasillos del Congreso. Nada nuevo en el ámbito político de querer dominar la dirección de cargos en el movimiento obrero. Habría que analizar si en algún proyecto presentado por la política -o quizás en este también- la reelección indefinida alcanza a los diputados y senadores como actores también beneficiados por una supuesta democracia electoral. Si el armado de listas también será libre y transparente y fundamentalmente, idóneo y cada nombre que se puede ver en las boletas es especialmente apto para ese cargo, al que todos los ciudadanos responderán para depositar su salario mes a mes.
Son muchos los casos en los que diputados y senadores permanecen en sus cargos durante muchísimos años, ocupando bancas o bien saltando de un puesto en algún misterio o a una intendencia sin haber cumplido el período por el que fueron votados. Ni hablar con la votación de leyes en oposición con lo que se pregonó durante sus campañas regionales o nacionales. ¿La traición al voto debería ser condenada?
La realidad es que para cada congreso sindical que tenga por objetivo renovar autoridades, el Ministerio de Trabajo de la Nación está encargado y obligado de colocar un veedor que controle que se lleven adelante con transparencia y sin irregularidades. Luego, Justicia mediante, tiene la potestad de anular el proceso y hasta la Justicia lo hace en muchas oportunidades.
Volviendo a la política. El caso de Elisa Carrió, que permaneció en una banca de diputados desde 2009 a 2020, también representó de modo parlamentario en la Cámara Baja a la provincia de Chaco durante 8 años y 12 en representación de la Ciudad de Buenos Aires.
El caso de Martín Insaurralde, qué es intendente de Lomas de Zamora desde 2003 pero que en el medio se licenció como Jefe Comunal para presentarse como diputado, asumiendo esa banca y luego volviendo a la intendencia. Fueron pocas las veces que completó un mandato, primero por herencia desde el Concejo Deliberante, después porque se fue al Congreso y después porque volvió. ¿Y la voluntad del voto, muchachos?
El caso de Jorge Ferraresi, actualmente dejó el cargo de intendente de Avellaneda para pasar al Ministerio de Hábitat y Vivienda, vulnerando el deseo de sus vecinos que expresaron en las urnas el deseo y depositaron la confianza en un dirigente y dejando a un joven militante que no fue votado por los habitantes del distrito.
También mencionan los cargos heredados y hasta muchas veces señalan a pibes de la Juventud Sindical. Es con seriedad que mencionan que no deben existir “los hijos de…”? Además, si ese “hijo de” es alguien capacitado y puede colaborar a mejorar un área, sea un ministerio o un espacio gremial, ¿porque no debería participar? ¿Solo por su células genéticas?
También son infinitos los casos en los que se designan ministros al frente de carteras importantes y decisivas, los cuales ni siquiera en algún momento tuvieron alguna clase de especialización en la actividad ministerial a las que se los designó. ¿No debería existir idoneidad en la designación de cargos? Cada dirigente sindical, o al menos en su mayoría, representa la actividad a la que se dedicó. Hablan de que los delegados cumplan con un mínimo de horas laborales; es correcto. Diputados, senadores y concejales, también deberían hacerlo, ¿no?
Alguna vez, Abel Frutos, histórico dirigente cegetista y panadero, dijo: “Nosotros limitamos los mandatos cuando los diputados también lo hagan”. Recientemente, Jorge Sola, hombre fuerte del Seguro, manifestó que muchos exigen democracia sindical pero pululan por los pasillos de Tribunales intentando intervenir gremios.
Entonces, en conclusión, la democracia sindical es necesaria, debe existir, y en muchos casos corregir, pero también sería muy bueno para la democracia argentina un sinceramiento de la política y que las caretas caigan y no sólo se intente dominar el espectro del movimiento obrero, molesto en muchos casos, y la limpieza empiece desde adentro hacia afuera.
Resulta extremadamente extraño que cada tanto se insista con la idea de entrometerse en la vida de los sindicatos cuando cada dos años (ni hablar cada cuatro), los teléfonos de cada dirigente gremial suenan insistentemente para pedir militancia, cobertura en los actos, pintadas y por sobre todo, colaboraciones. Claro, después la bondad electoral nunca se ve reflejada en el armado de listas.
De vez en cuando, hay que sincerarse.
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