El primogénito del clan Saillen, amo y señor del Surrbac, se “infiltró” en el Soelsac de Sergio Fittipaldi y amenaza con arrebatárselo en las próximas elecciones. Ambos sindicatos participan de la campaña del peronismo, y más temprano que tarde se cruzarán. Hasta el momento no hubo un enfrentamiento directo, aunque en dos ocasiones estuvo muy cerca de darse.
Por: Felipe Osman.
Una alianza del pasado, trastocada ahora en acérrima enemistad, amenaza la campaña del oficialismo. Es la batalla gremial que mantienen Franco Saillen, primogénito del clan que controla el Surrbac, y Sergio Fittipaldi, secretario general del Soelsac y de las 62 Organizaciones Peronistas.
Los Saillen han construido, a lo largo de los años, un pequeño imperio sindical con una diversificada cartera que quedó expuesta en plena campaña electoral de 2019, cuando la Justicia Federal ordenó una serie de allanamientos que expuso la fortuna amasada por quienes integraban (y en su mayoría aún integran) la conducción del sindicato, la obra social y la mutual del gremio.
De los albores de esa construcción data su relación con el Soelsac de Sergio Fittipaldi. Juntos construyeron la ahora extinta “CGT Rodríguez Peña”, y en base a las conexiones nacionales que los gerenciadores del Surrbac cosecharon a partir de su enfrentamiento con los Moyano -por ese entonces enemistados con CFK-, ambos crecieron.
(Una digresión: esos contactos fueron los que consiguieron para el Surrbac la habilitación de una obra social en flagrante violación a las disposiciones de la Ley de Obras Sociales, que prescribe que cualquier sindicato que quiera gerenciar su propia obra social debe tener convenio colectivo de actividad, y no de empresa).
Tal vez sea ese el motivo por el cual los Saillen ahora vuelven a poner su mirada sobre el Soelsac. En realidad entienden -según apuntan quienes conocen la historia de su relación con el sindicato- estar recuperando algo que de algún modo siempre les perteneció.
El Soelsac cuenta con la nada despreciable cantidad de 21.000 afiliados. Ese es, a fin de cuentas, el botín que disputan los Saillen, cuyo sindicato no supera los 3.000.
Para hacerlo, Franco Saillen critica con gran dureza la gestión de Fittipaldi al frente del sindicato, y lo apunta como único responsable de los magros salarios que perciben los trabajadores de limpieza, a la vez que les asegura que, de ganar la conducción, los empleados pasarán a cobrar sueldos similares a los que cobran los empleados del sistema de recolección y barrido.
Es un argumento frágil por donde se lo mire. Ni las pequeñas cooperativas de limpieza tienen las espaldas financieras ni la capacidad económica de las compañías que concursan y gerencian la recolección, barrido y disposición final de residuos en las grandes ciudades; ni por garantes a tales; ni los empleados de limpieza la capacidad de lobby de los recolectores; ni tampoco tiene el Soelsac como línea de partida el Convenio Colectivo de Camioneros, como sí lo tuvo el Surrbac.
Sin embargo, la fe crece allí donde los feligreses ansían creer, y por esto, las promesas de los Saillen han calado hondo en las bases del Surrbac. Fittipaldi lo sabe, y por eso encara, desde hace meses, un operativo de contención que lo lleva por toda la provincia intentando combatir, con resultados parciales, aquella fe.
Todo este proceso ha escalado a límites insospechados la tensión entre estos gremialistas, que amenazan convertir la campaña del PJ en la arena en la que dirimirán sus diferencias. Y nadie sospecha que vaya a ser mediante una justa literaria. Hablamos de hombres de armas llevar.
En noviembre, de hecho, casi se produce el primer encontronazo, cuando un grupo de adeptos a Saillen se concentró en las inmediaciones del Soelsac y otros tantos seguidores de Fittipaldi se atrincheraron en el gremio, sospechando que los primeros intentarían tomarlo como parte de su reclamo para que se adelantaran los comicios.
En marzo hubo un episodio similar. Durante una protesta ambos bandos se encararon y volaron algunas piedras, aunque la policía pudo contener la situación y desviar a uno de ellos.
El PJ se encuentra, por estos días, activando sus comandos de campaña en cada seccional, y funcionará a toda marcha para traccionar su triple campaña: Schiaretti Presidente, Llaryora Gobernador, Passerini Intendente.
Son apenas los primeros compases de las actividades proselitistas. No faltarán actos en los cuales estos sindicatos se encuentren. El Soelsac, por su participación en las 62 Organizaciones Peronistas, que apoyan la campaña del oficialismo en cada uno de sus tramos. Y el Surrbac por su cercanía con la gestión municipal, de la que se ha convertido en una pieza no menor.
Los sindicalistas, como los intendentes, cuidan siempre su pago chico antes de hacer una apuesta por fuera de sus fronteras. Por eso, resulta muy probable que no dimensionen la seriedad del asunto. La prioridad, para ellos, será su interna. Y la campaña PJ, llegado el caso, la variable de ajuste.
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