En la previa de la campaña electoral, dos espacios gremiales de profundos vínculos con el peronismo protagonizarán un choque que promete ser de altísimo voltaje. Control de daños, una tarea delicada para el oficialismo.
Por: Felipe Osman.
Mientras las fechas de las próximas elecciones siguen siendo una incógnita, y el oficialismo evita casi cualquier pronunciamiento de naturaleza electoral para mostrarse totalmente compenetrado con las responsabilidades de gestión, los dirigentes más expectables de la oposición se deshacen en una carrera de posicionamientos que no encuentra fin, justamente, para “no mostrarle las cartas” a un oficialismo que no se pronuncia sobre la fecha de los comicios.
En suma, nadie sabe cuándo empezará ni cuándo terminará la próxima campaña electoral. Es más, con el candidato a gobernador del peronismo ya puesto a rodar, ni si quiera queda claro si esa campaña ya comenzó. A pesar de que sus primeros compases vayan a quedar disimulados, primero, por el mundial de futbol, y luego por las fiestas y el receso estival.
Y el asunto no es menor. Todos saben que, durante la campaña, la sensibilidad de un electorado puesto a pensar en el próximo gobierno es mayor. Y, colateralmente, la imagen que los candidatos de cada espacio buscan transmitir está calculada al detalle. Un error fuera de campaña es una mala noticia. Mientras que un error en campaña puede tener impacto directo en la intención de voto, y en elecciones ajustadas puede ser la diferencia entre la victoria y la derrota.
Para peor de males, el contexto inflacionario viene dando gran protagonismo a dos actores que no gozan de la mejor de las imágenes entre el electorado y que, además, tienen estrechas vinculaciones con el peronismo: los movimientos sociales y los sindicatos.
Si ponemos el foco en estos asuntos, veremos que el peronismo viene haciendo equilibrio. Evita caer en la represión de la protesta social, que tanto fastidia a los vecinos y comerciantes, y promete, a la vez, dar vía libre a una serie de proyectos que proponen limitar estas manifestaciones para minimizar su repercusión en las calles. Desde luego, el asunto tiene un cariz electoral.
Ahora bien, si le damos otra vuelta al lente, podemos ver un conflicto mucho más puntual, pero no por eso menos emparentado con el peronismo, sobre el cual el oficialismo deberá tejer un estricto control de daños si pretende evitar que la situación se desborde y deje postales que puedan comprometer durante la campaña. Hablamos de la disputa abierta entre el clan Saillen, familia que desde el Surrbac controla el servicio de recolección de residuos sólidos en la ciudad, y Sergio Fittipaldi, secretario general del Soelsac (Limpieza Privada) y de las 62 Organizaciones Peronistas, organización gremial que conduce junto a Ricardo Moreno y que trabaja territorialmente para Hacemos por Córdoba.
Cuando el sisma entre Hugo Moyano y Cristina Fernández tuvo lugar, a principios de su segundo mandato, el efecto colateral de aquel quiebre fue la proliferación de los “sindicatos únicos”. Es decir, formas sindicales que no participan de ninguna federación y que vinieron como anillo al dedo a la entonces presidenta para perjudicar al líder Camionero. De aquella anomalía surgió el Surrbac, que desde sus comienzos apadrinó la carrera de Fittipaldi al frente del Soelsac.
Tiempo después, esa relación se rompió. La CGT Rodríguez Peña naufragó cuando la cúpula del Surrbac pasó a ser investigada por la comisión de múltiples delitos en la Justicia Federal y el Soelsac fundó, en tándem con Rícardo Moreno, las 62 Organizaciones Peronistas, que desde su surgimiento vienen creciendo tanto territorialmente como en la consideración del oficialismo provincial.
Este fin de semana, Franco, primogénito de Mauricio Saillen, lanzó por las redes sociales un spot en el que asegura encabezará una propuesta para “recuperar” el Soelsac, y presentará una lista para competir en las elecciones del año próximo por la secretaría general del sindicato.
¿Hasta dónde puede llegar ese enfrentamiento? Hace algunas semanas, corrió el rumor de que partidarios de Fittipaldi estaban poco menos que atrincherados en la sede gremial mientras integrantes de la otra facción esperaban el momento para tomar el sindicato por la fuerza, antes de ser disuadidos por una fuerte presencia policial.
¿Qué costos acarrearía para el peronismo un choque entre estos dos bandos en la proximidad de las elecciones? Sera algo a lo que el oficialismo, de seguro, deberá prestar atención.
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