Los trabajadores de seguridad privada no sólo tienen que soportar que sus salarios no les alcancen para cubrir los alimentos básicos para el sustento de sus familias: también deben aguantar que los responsables de arribar a una recomposición salarial se tomen, con una parsimonia irritante, sus tiempos. Los tiempos de los empresarios y los dirigentes de los sindicatos paritarios sin dudas no son los de los trabajadores.
Ninguno de ellos viven con míseros $160.000, importe que según los valores actuales de la canasta básica, solo alcanza para cubrir la demanda alimenticia de los primeros 20 días del mes. Si, leyó bien: con los salarios actuales, los vigiladores no pueden alimentarse los últimos 10 días porque no les alcanza el sueldo. La crisis económica de los trabajadores de seguridad, agudizada por el proceso inflacionario que atraviesa el país, requiere una atención urgente: no hay más tiempo.
Las discusiones paritarias comenzaron el 6 de junio y se han postergado semana tras semana sin arribar a un entendimiento entre gremios y la patronal. La próxima audiencia será ante el Ministerio de Trabajo el 5 de julio, dilapidando la última esperanza de los trabajadores de obtener una mejora para el mes en curso.
La lucha de los dirigentes sindicales se resumió a una guerra de comunicados y amagues en redes sociales y nada mas. El malestar de las bases de los trabajadores crece día a día y amenaza con una rebelión sin precedentes.
En las calles, un solo espacio gremial, opositor al oficialismo de Ángel García, pero que lamentablemente no se sienta en la mesa paritaria, presiona en todos los frentes: el espacio que conduce el moyanista Christian López, que cada semana está en las calles exigiendo una paritaria digna y la normalización de la actividad.
Hoy, la única esperanza de forzar la firma de la paritaria de los trabajadores de seguridad está en manos de los que llevan la lucha a las calles. Los otros, volvieron a pactar la entrega de los derechos de los trabajadores, una vez más.
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