En el contexto de ebullición social impulsado por las masivas movilizaciones, emergieron comisiones de mujeres, corrientes de mujeres sindicalistas y mujeres llegaron a encabezar regionales de la CGT, cargo tradicionalmente monopolizado por hombres. Improntas en el gremialismo peronista en tiempos de Ni Una Menos.
Por: Jorge Duarte. Una de las máximas que rigen el mundo sindical reza: “los tiempos del gremialismo no son los personales, ni los de la sociedad, ni los de la política”. Sin embargo, el fenómeno #NiUnaMenos parece tener la impronta suficiente para romper conservadurismos y, de a poco, permear un universo caracterizado por el hermetismo.
“Hay una especie de efecto derrame que generaron las manifestaciones masivas de Ni Una Menos, que provocó un empoderamiento de las mujeres en cada uno de sus espacios de trabajo y militancia, y una condena social a la violencia machista”, explica Florencia Alcaraz, integrante del Colectivo Ni Una Menos. “Se motorizaron proyectos y demandas cajoneadas y se generó organización en espacios de micropolítica y en espacios de la vida cotidiana”.
“En el campo laboral las demandas de las mujeres nunca estuvieron jerarquizadas como debían”, agregó Alcaraz. Los números respaldan esa afirmación. Las mujeres en Argentina tienen motivos de sobra para militar gremialmente. Según los datos provistos por la economista Mercedes DAlessandro, “las mujeres ganan 27% menos que los varones y la brecha llega al 40% para trabajadoras precarizadas, que a su vez son más de un tercio del total”.
DAlessandro, autora del libro Economía Feminista, remarcó que “más del 60% de los jóvenes llamados Ni-Ni (ni trabajan ni estudian) son chicas que si trabajan, pero en su casa: son niñeras de sus hermanitos o familiares, enfermeras de sus abuelos, limpian sus casas, hacen las compras, preparan los alimentos, son el sostén de hogares pobres”.
Esa realidad es bien conocida por Graciela Aranda. Hija de madre soltera, comenzó a trabajar a los 9 años, fue empleada doméstica, sintió en carne propia violencia laboral y hace 32 años es trabajadora del Poder Judicial chaqueño. “A las mujeres les cuesta más”, relató quien se convirtió en noviembre de 2016 en la primera mujer en encabezar una Regional de la CGT en la historia de la central obrera.
“En el sindicalismo falta mucho todavía. Las mujeres deben participar más”, comentó Aranda, dueña de una palabra autorizada en el tema, que abrió una puerta por la que espera que pasen muchas otras: “Es cierto que hay mucho machismo en los sindicatos, pero como mujeres tenemos la suficiente firmeza en nuestras convicciones”.
En la central obrera hay 77 regionales y nunca, hasta la asunción de Aranda en la correspondiente al Chaco, alguna de ellas estuvo en manos femeninas. De hecho, por más esfuerzos que le destinen, desde la Secretaría del Interior cegetista explicaron que se hace muy dificultoso sostener el cumplimiento de los cupos femeninos. “El 70% de los gremios posee un sólo congresal en la CGT y suele ser el secretario General que en casi todos los casos son hombres. Eso hace casi imposible cumplir con el cupo que figura en la Ley de Asociaciones Sindicales”, indicaron. De hecho en la regional del Chacho el 95% de sus directivos son hombres.
Semanas más tarde, por la hendija de Ni Una Menos y la senda de Aranda, Verónica Dell Anna se convirtió en la segunda mujer en conducir una regional. Se trata de una dirigente de la Unión Ferroviaria que encabeza el triunvirato que lidera la seccional Lomas de Zamora, Esteban Echeverría, Almirante Brown, Ezeiza, Presidente Perón y San Vicente. “Ni Una Menos colaboró para que las mujeres puedan llegar a tener un puesto de mayor jerarquía en los gremios. Antes tenían reservado para nosotras la secretaría de Acción social o la secretaría de la Mujer”, remarcó Dell Anna, para quien la movilización social “abre las cabezas e incentiva a las mujeres para que participen política y gremialmente”.
Pero la impronta que llega a los gremios no se sustancia sólo por arriba, sino que se vislumbra fundamentalmente desde abajo. Para Vanesa Siley, secretaria General del Sindicato de Trabajadores Judiciales (SiTraJu) Ni Una Menos “interpeló el mundo laboral en sí mismo, porque permitió la realización de asambleas en los lugares de trabajo y la participación de mujeres que, tal vez, no se acercan a otro tipo de esquemas organizativos, y que sí se nuclean en torno a los reclamos de género”.
La referente judicial entiende que el fenómeno también provocó “una interrogación directa a las organizaciones sindicales, que se terminó de plasmar cuando se expresó a través de la convocatoria a un paro, una herramienta por excelencia de los sindicatos”.
En lugar de repeler el impulso que emerge desde las bases, un conjunto de mujeres enroladas en distintos gremios, entre ellas la propia Siley, formaron la Corriente de Mujeres Sindicalistas y lo canalizaron como “un apoyo y un impulso para llevar al interior de las organizaciones el reclamo por el lugar de la mujer”. El espacio, que nació en noviembre del año pasado, al calor del proceso de ascenso de los debates de género, “busca visibilizar el lugar de las mujeres en el mundo gremial y poner en agenda sus problemáticas”.
Expresiones en los establecimientos, representaciones en las estructuras gremiales y corrientes organizativas transversales, son los primeros efectos de la visibilización de las problemáticas de género en el mundo laboral y sindical. Pero el tema promete calar todavía más hondo.
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