En octubre de 2023 los mecánicos de los talleres suecos de Tesla tomaron medidas de fuerza para exigir a la empresa un convenio colectivo. No sabían que estaban iniciando un conflicto histórico que todavía no encuentra resolución.
Por: Santiago Mayor.
En Malmö, al sur de Suecia, una pancarta del sindicato de trabajadores industriales sueco IF Metall cuelga en las puertas de un concesionario de Tesla. “KONFLIKT”, reza en letras mayúsculas y abajo tiene un lema: “I Sverige kör vi med kollektivavtal” (“En Suecia operamos bajo convenios colectivos”).
La huelga en los talleres mecánicos de Tesla lleva más de 12 meses, convirtiéndose así en la acción sindical más extensa del país en cien años y la segunda más larga de la historia (solo superada por los metalúrgicos de Skyllberg que paralizaron sus actividades entre 1925 y 1930). La razón de que el conflicto se prolongue está en la negativa de la compañía automotriz a establecer un convenio colectivo de trabajo.
“IF Metall ha estado exigiendo mejores salarios, beneficios y condiciones para los mecánicos en los talleres de reparación de Tesla en todo el país, pero fundamentalmente lo que está en juego es el modelo de negociación colectiva del mercado laboral sueco que [Elon] Musk se niega a reconocer”, sintetizó el investigador German Bender, miembro del think tank escandinavo Arena y del Center for Labor and a Just Economy de la Universidad de Harvard.
Hay que tener en cuenta que durante un año el sindicato intentó llegar a un acuerdo con la filial de Tesla en el país, TM Suecia. Pero la compañía se negó, argumentando que su política a nivel global es no realizar negociaciones colectivas. Una definición que choca directamente con la cultura laboral del país donde el 69% de los trabajadores y trabajadoras pertenece a un sindicato.
Se trata de unas las tasas de sindicalización más elevadas del mundo. A modo de comparación Argentina, que maneja también números por encima del promedio mundial, tiene un tercio de la clase obrera sindicalizada. Por su parte, EE.UU., apenas llega al 10%.
A esto hay que sumar que nueve de cada diez personas que trabajan en Suecia se encuentran protegidos por algún tipo de convenio colectivo, independientemente de su pertenencia sindical. En ese sentido, cómo señalábamos en un artículo publicado en noviembre de 2023, la empresa radicada en Texas, EE.UU., no se enfrenta solo a los mecánicos de IF Metall. Se ha puesto en contra de todo un modelo de gestión del mundo laboral.
El libre comercio de rompehuelgas
Seis meses atrás, Elon Musk aseguraba que “la tormenta” había pasado y que las cosas estaban “razonablemente bien en Suecia”. Probablemente su mirada optimista se debía a que para ese entonces había importado rompehuelgas de Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Portugal, Suiza, España, Gran Bretaña y Austria.
Formalmente esto no es ilegal en Suecia e incluso está amparado por las leyes de la Unión Europea. Estas últimas habilitan que una persona de la comunidad pueda desplazarse a trabajar en otros países miembros por períodos limitados e informados a la autoridad laboral competente.
De acuerdo al medio de comunicación sueco Dagens Arbete, el número de notificaciones sobre el traslado de trabajadores de Tesla hacia territorio sueco se disparó en los primeros meses del año. De cero durante todo el 2023 subió a 41 entre febrero y mayo.
No obstante, a pesar de no estar incumpliendo la ley, se trata de una herejía tanto para los sindicatos como para los empleadores de los países escandinavos. Allí “las reglas y normas no escritas son esenciales para su modelo de protección de los trabajadores”, subrayó Bender.
Por su parte Christer Thörnqvist, profesor de ciencias laborales en la Universidad de Skövde, recordó que “hay que remontarse al periodo de entreguerras para encontrar algo parecido”. “Después del Acuerdo de Saltsjöbaden de 1938 no se me ocurre ningún caso en el que se trajeran rompehuelgas desde fuera”, agregó.
El Acuerdo de Saltsjöbaden fue consensuado por la Confederación de Sindicatos Suecos y la Asociación de Empresarios. Allí se establecieron los mecanismos de negociación que -con leves modificaciones- rigen todavía en la actualidad. Estos privilegian el diálogo entre las partes sin interferencia del gobierno, pero sobre la base de la existencia de sindicatos fuertes y la aceptación por parte de los empresarios de los convenios colectivos.
En este sentido, una característica institucional de Suecia es que los empleadores también están organizados en asociaciones y poseen convenios por rama. Es decir que Tesla podría ofrecer el convenio colectivo sectorial afiliándose a la Confederación Sueca de Empresas de Transporte. Aunque en su momento la entidad patronal informó sobre esta posibilidad, la empresa estadounidense no respondió.
Tesla está perdiendo
En los tiempos que corren, puede dar la sensación que los magnates multimillonarios -y partidarios de la extrema derecha- como Elon Musk son impunes. Que su dinero les permite pasar por encima de los Estados nacionales y sus normativas. Sin duda, eso es lo que buscan, pero no es tan sencillo ni lineal.
Poco tiempo atrás el propio Musk tuvo que dar marcha atrás en Brasil y adecuarse a la legislación del país sudamericano que le había exigido suspender cuentas de la red social X (ex Twitter). En el caso sueco, si bien el conflicto no se ha resuelto, el financista de la campaña de Donald Trump ha sufrido algunos traspiés importantes.
En primer lugar la nacionalización y regionalización del conflicto. Si bien los mecánicos de los talleres de Tesla son pocos en cantidad, han recibido una enorme solidaridad. Dentro de Suecia se destacan los apoyos de la Asociación Sueca de Trabajadores del Transporte, el Sindicato de Trabajadores Eléctricos, el Sindicato de Mantenimiento (Fastighets) y el Sindicato Sueco de Empleados de Servicios y Comunicaciones (SEKO). Pero también se han sumado con distintas medidas la Federación Sindical Unitaria (Fellesforbundet) de Noruega, 3F Transport de Dinamarca y el Sindicato de Transporte de Finlandia (AKT).
En total, doce sindicatos suecos y otros tres de países vecinos han colaborado con IF Metall bloqueando el envío de automóviles de Tesla a los puertos; suspendiendo la limpieza de las instalaciones de la empresa; reteniendo las entregas postales, incluidas las nuevas matrículas de los vehículos; e impidiendo que Tesla cargue estaciones conectadas a la red eléctrica, entre otras.
La empresa atacó judicialmente estas huelgas solidarias sin éxito. De hecho, a comienzos de octubre el Tribunal de Distrito de Solna falló en contra de Tesla y la obligó a pagar 6,5 millones de coronas suecas (poco más de 600.000 dólares) en costos legales al servicio postal PostNord. La firma había demandado al correo por no romper la huelga del SEKO que impedía la entrega de matrículas.
Hace un año Torbjörn Johansson, negociador jefe de la Confederación de Sindicatos Suecos, explicó la estrategia gremial. Aclaró que el objetivo no era llegar a una huelga general, sino golpear a la empresa en sectores fundamentales para sus operaciones: “Queremos encontrar cosas que hagan que a Tesla le resulte realmente difícil respirar, comer y vivir”.
Un conflicto clave para la clase obrera
¿Por qué una huelga de unas decenas de mecánicos suecos se ha convertido en una batalla fundamental entre el capital y el trabajo? ¿Por qué Tesla se resiste a aceptar un convenio colectivo que afectaría a menos de dos trabajadores cada mil de los 120.000 que tiene en todo el mundo?
El temor fundado de Elon Musk, que se ha declarado abiertamente antisindical, es que de ceder en Suecia, abriría frentes de conflicto en muchos otros países. Es público que la United Auto Workers (UAW) está intentando organizar las plantas de Tesla en territorio estadounidense. Por su parte, el poderoso sindicato alemán IG Metall pretende hacer lo mismo en Grünheide, la única fábrica europea de la compañía.
Asimismo, desde la perspectiva sindical también sería grave perder esta batalla. Permitir que Tesla no firme un convenio colectivo habilitaría a otros empleadores a intentar seguir el mismo camino, afectando el núcleo del mercado laboral sueco.
Pero hay algo llamativo: Tesla sí ha firmado convenios colectivos. En Légifrance, el sitio web oficial del gobierno francés para la publicación de documentos legales, figuran cuatro acuerdos locales entre la filial de la empresa y la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT).
A esto hay que agregar que, como apuntó Bender -quien se encuentra escribiendo un libro sobre la huelga de los mecánicos suecos- en algunas partes de Europa “los convenios colectivos con una empresa de una industria o región se extienden por ley a la mayoría de las demás empresas de esa industria o región (...) los hayan firmado o no”. Esto sucede en Austria, España, Países Bajos, Finlandia y Francia.
En este sentido, Esther Lynch, secretaria general de la Confederación Europea de Sindicatos (ETUC), fue contundente luego de visitar uno de los piquetes de los mecánicos suecos: “Lo que está en juego en Tesla Suecia es nada menos que el futuro del modelo social europeo”. Y sentenció: “Musk puede crear sus propias reglas cuando llegue a Marte, pero si quieres hacer negocios en Europa, entonces debes seguir las reglas de Europa y eso significa respetar nuestra tradición de negociación colectiva”.
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